lunes, 30 de noviembre de 2015

PIEDRA


Un día tomas conciencia de que eres simplemente una piedra.
Una piedra que rompe la armonía de la acera
porque sobresales como un bonsái brillante.
Tropiezan en ti los que caminan.
Vuelven la vista y maldicen tu existencia.
Un día tomas conciencia de que esa piedra estorba,
que deberías permanecer hundida
como todas las piedras de la acera.
No fue tu decisión romper los tacones elegantes
de una cintura que baila sus andares,
ni la frente del pequeño que aprende que la vida guarda espinas,
ni el anciano que se rompe la cadera de su historia
y le encajan unos tornillos de titanio.
No fue tu decisión,
pero eres una piedra que estorba las prisas,
la velocidad de quien pierde un tren cualquiera.
Estorbas. No eres útil y sólo lo útil vale.
Es la conciencia impuesta.
Lo siento por el arco iris, por los magnolios del mundo.
No son útiles, sino estorbos como tú.
Por eso arrancan los pinares de cuajo, por inútiles,
porque estorban para un conjunto residencial
a doscientos mil tres dormitorios, cuarto de baño y cocina
Estorbas y alguien debe tener el coraje
de decírtelo a la cara y arrancar tus raíces.
Alguien debe dejarte claro que hay que abandonarte
porque una hemiplejia,
porque un cáncer,
porque una ELA no te permiten ser una piedra aplastada
y en orden como toda la acera construida
por los especuladores que desprecian la belleza de estar vivos.
Un día tomas conciencia
y tienes ganas de colgarte de una luna
y balancear tu historia

hasta que se te rompa el tiempo entre las manos.

domingo, 29 de noviembre de 2015

PUENTES

Soy consciente de que los puentes no aguantan.
Los erosiona el agua de los inviernos largos
y nadie los recicla para convertirlos
en ojivas de catedrales góticas.
No aguantan y los abandonamos
junto al resto de cascotes
y nadie se preocupa de su historia, de su pasado.
Nadie se pregunta por el agua que rozó su carne de cemento,
si llegó a ser mar lleno de caracolas,
de cuerpos desnudos de turistas que aliviaron el déficit nacional,
de niños con castillos de arena,
si fueron charco humilde para Plateros sedientos.
No aguantan los puentes.
Se arrancan de la cintura del río
y a lo mejor se mueren de nostalgia,
con esa tristeza negra de muertos enterrados
como un amasijo de olvidos olvidados.
Se ha roto el último puente
que mediaba entre tu vida y mi vida.
Me ha fallado el tiempo.
No me cabe cuando respiro
y soy consciente que el concejal de obras
ordenará retirar los escombros de mi historia
porque molesta a la vista
de los que comen tortilla dominguera
y no tienen por qué amargarse el trago
con el amor que tuve,
con los sueños que soñé a tu lado.
No sé si los puentes se despiden
del agua, de los juncos,
de los novios que se besaron en la hierba,
de las cinturas desnudas por primera vez.
Me entristecen los puentes…
Soy como los puentes,  
que me derrumbo cansado de mi historia
porque no importa a nadie,

ni siquiera a mí mismo.

sábado, 28 de noviembre de 2015

RAJOY DUERME DESNUDO


Me los dijeron ayer las lenguas de doble filo: Rajoy duerme desnudo. Harto de corbata, de traje, de zapatos italianos y camisas de seda, el presidente siente la necesidad de dejar colgado en una silla todo lo que arrastra su cuerpo atlético durante el día y aprovecha la noche para darse el gusto de verse sin los ornamentos presidenciales. Pero sobre todo, a Rajoy le pesan los plasmas, esas pantallas fronteras entre los ciudadanos, los periodistas y su discurso. El cuerpo le pide cercanía, contacto, chatos en el bar de Manolo o comidas en el Ritz rodeado de albañiles degustando los tapers que la buena de Viri le ha preparado el día anterior para que hagan juego con las fiambreras de los obreretes del andamio.

D. Mariano ha recortado de todo durante estos cuatro años. Han disminuido los servicios sociales, las ayudas a dependientes, las inversiones en educación e investigación, en sanidad y en todo lo que se puso al alcance de sus tijeras salvadoras. Y no iban a ser menos sus apariciones ante la prensa. Pocas veces se ha puesto delante de un micrófono y cuando lo ha hecho ha procurado elegir las preguntas que debían hacerle y los periodistas que debían formularlas. Sin embargo resultaba inevitable que algún plumilla enemigo colara su maligna pregunta para la cual el presidente llevaba preparada la respuesta oportuna. Al presidente le preguntaban por la dimisión de un ministro como Gallardón y él respondía que la economía iba viento en popa y que estábamos siendo salvados del abismo en que nos dejó Zapatero. Le preguntaban por los mensajes amorosos enviados a Bárcenas y Rajoy respondía que la economía iba viento en popa y que estábamos siendo salvados del abismo en que nos dejó Zapatero. Y si algún osado interlocutor le indagaba sobre el número escandaloso de hogares sin ingresos para lo más elementalmente vital, él respondía que la economía…nos dejó Zapatero. Pero hay que reconocerle que alguna vez tuvo iniciativas propias. Recuerden cuando le preguntaron sobre las informaciones de prensa sobre los sueldos en negro. D. Mariano, haciendo un alarde de improvisación, respondió que todo era mentira menos alguna cosa. Ese día los ministros acudieron a palacio para felicitar y felicitarse de la capacidad de comunicación que tenía el presidente.

Pero si había algo de lo que Rajoy se despojaba cada noche era de los plasmas. No soportaba la obligación que le imponían su asesores de hablar a través de una pantalla que separaba a los periodistas de su discurso. Incluso el marido de Celia Villalobos había pensado en poner concertinas en la pantalla por si algún periodista escalaba y llegaba a enfrentarse cara a cara con el presidente. Había que detener en la frontera de la legalidad a quienes deseaban hacerle al presidente preguntas no pactadas o a aquellos que venían de cadenas de televisión que martilleaban con el tema de la corrupción. La corrupción estaba más acá del plasma. Más allá estaba la inmaculada concepción del PP concebida sin pecado original y crucificada por las hordas judeomasónicas.

Ahora es otra cosa. Rajoy se ha vuelto campechano, hace deporte con pantalón corto y calcetines blancos, se toma una caña apoyado en la barra de un bar de barrio y besa todo lo que se pone por delante, desde el pie de la Macarena a la muchacha de ojos verdes y labios carnosos, desde una viejita desdentada a un bebé que llora porque no está acostumbrado a unos brazos presidenciales. ¿Por qué los candidatos besan a todo el que se pone por delante? No lo sé, pero unas elecciones sin besos es como un gazpacho sin sal.

Tal vez los besos dan seguridad a los candidatos. Y Rajoy está tan seguro de que la economía va viento en popa…Zapatero, que tiene que besar hasta el Cristo de Medinaceli. Además es consciente de que él es el único que puede seguir viendo cómo en España empieza a amanecer. Un muchacho con coleta y camisa barata de Alcampo no puede dirigir un país aunque sea doctor en Ciencias Políticas, Licenciado y con master en no sé cuántas disciplinas, ni un imberbe como Rivera porque para franquista se basta él solito, ni el padre de Monedero con VOX donde reside toda la ultraderecha de una país instalado en la mediocridad del centro, ni el guaperas Sánchez que va sembrando tópicos y párrafos grises y sin contenido creador por las plazas de los pueblos. Sólo Rajoy se sabe salvador del mundo que quita los pecados y nos hace dignos del complot de la economía contra los derechos más humanos.

Son las tantas. A esas horas no hay partidos de fútbol ni carreras ciclistas. Rajoy se desvincula de su cargo de presidente y se duerme desnudo como le recomienda el marido de Celia Villalobos.



viernes, 27 de noviembre de 2015

REGRESARE


Algún día regresaré a tus montes
y clavaré en tus cumbres los besos de mis manos.
Me exigiré algún día
desandar los caminos
porque siento nostalgias en la sangre,
y una tibia tristeza entre mis labios.
El mundo se acaba donde tú no estás.
Más allá de tu piel sólo la nada,
más allá del relieve de tus pechos
se frustran las palmeras y los ríos
y se implanta una oscuridad maciza
como un mar amortajado
sobre un catafalco de sombras.
No existe dios si tú no existes,
si no tengo en mi boca tu carne
que quita las espinas del mundo.
Necesito comulgar tu vientre
e incorporar tu sexo
para existir de nuevo
en el jardín primitivo de tu pubis.
Voy a hacerte un collar con las víboras sobrantes,
consecuentes con las manzanas que encierran
la simiente de Caín.
Pondré tu nombre a los jazmines,
a los juncos que sostienen el arco iris.
Crearán tus ojos los ríos
y ese barro de tierra y de tristeza
que ahoga la palabra en mi garganta.
Regresaré porque eres mi única esperanza.


MUERTE AL NOROESTE



Muerde aquí, al noroeste del pulmón derecho.
Un año, según las estadísticas
tarda en masticar tus besos.
Le atrae mi piel enamorada,
mi sexo erecto indagando
caminos orillados de amapolas.
Un año para ir diluyendo las caricias,
la carne de cada noche con luna,
los abrazos con gemidos,
el semen difundido
como un río de jazmines.
Se están quemando los trigales
al noroeste del pulmón derecho
y sangran pan caliente las espigas
mientras los inventos de la ciencia
inyectan esperanzas tronchadas de antemano.
Huele a cenizas,  a niebla
a lunas negras la noche
cuando la noche es noche absoluta
sin amaneceres en los montes del tiempo.
Un año, según las estadísticas,
si no pierden la memoria los relojes,
si no aflojan los alvéolos inútiles sin aire.
Está de acuerdo el noroeste del pulmón derecho:
las estadísticas tienen la última palabra.


lunes, 23 de noviembre de 2015

LOS PERROS


Que se callen los perros.
Andan ladrando al viento
a las espaldas de una luna negra,
entre las ingles morenas de la noche.
Me dan miedo los perros
que huelen la muerte
y aúllan como si llevaran un vendaval entre los dientes.
Los perros mastican
los huesos oscuros de la muerte
y a dentelladas rompen
las venas que mantienen erecto el sexo.
Los perros olfatean la piel arrinconada,
caricias abandonadas
en balcones donde crecieron geranios.
Que se callen los perros
que me asustan el alma
y convocan mi muerte para asignarme el vacío
de metro y medio de tierra,
para ahondar las raíces en un tiempo sin tiempo.
Me da miedo enfrentarme a los ladridos
de los perros que detectan mi muerte en las esquinas
y la gritan delante de mis ojos
como el bando de una autoridad maldita.
Tengo miedo a la muerte, lo confieso,
porque nadie me explica en qué consiste,
si en el vacío infinito de mí mismo
o en la plenitud absoluta de un amor.
Tengo miedo a la muerte
porque no tiene nombre,
porque es una amenaza
desde el anonimato más oscuro,
como una traición,
un fracaso que derroca el orgullo de ser.
Estoy vivo.
Soy en consecuencia
un candidato elegido por los perros
para una muerte irrenunciable
cualquier día a las cinco en punto de la tarde.


GUARDARÍA TU VOZ



Guardaría tu voz.
Escalaría un río para huir del hueco de su eco.
Tu voz creando mi nombre,
dándole textura a mi ser.
Tus labios entreabiertos
como si te besara el viento,
y tu voz deletreando mis ojos
para pronunciar la piel de mi alma.
Soy en la medida en que me nombras
por eso es tu voz la urgencia
de poseerme.
Hago el amor contigo si me llamas,
se funden nuestros sexos como expresión
que elabora mis huesos
y sostiene mi carne en la luz de tu carne.
Regálame tu voz.
La guardaré en la mía
y trenzarán sus sílabas
como se entrelazan nuestros cuerpos
las noches con gemidos,
con sudores tus  pechos clavados,
tu vientre y mi vientre
y los gritos supremos de ternura
cuando recorro los huecos de tu alma.
Guardo tu voz hecha de suspiros,
de luces sorprendidas
cuando anochece tu carne
y preguntas por mi cuerpo entre las sábanas
y somos el caos como forma de existir
porque el amor es desorden
y anarquía de estrellas sublevadas
contra la armonía planetaria.
Llena mis manos de tu voz
porque es tu voz

la piel de tu mirada

domingo, 22 de noviembre de 2015

VENGO DE HACER NOCHE



Vengo de hacer noche en tu luna.
Hay perros que ladran soledades
y margaritas que duermen
en la hierba de tu pubis.
Vengo de hacer noche,
de entretejer los filamentos oscuros de la vida
como las arañas dibujan mapas con los ríos.
Vengo de hacer noche en el tiempo
que configura tu ser como existencia
como un don superpuesto
a mi aquí, a mi ahora,
al momento que vivo porque vivo entre tus dedos.
Persisto sólo lo que en ti persisto.
Tú me regalas el aliento que funda
jardines en mi boca,
palmeras verticales en las ingles
donde trepa la hirviente carne de tu carne.
Allí somos volcanes encendidos
de lava caliente y de sudores.
Después sólo me queda la nostalgia

de sorprender la noche de tu luna

viernes, 20 de noviembre de 2015

FLORES


París. Un hombre joven con su hijo de unos cuatro años en brazos frente al lugar del atentado jihadista. El diálogo del amor entre los dos:
-Papá, por qué han matado a tanta gente? ¿Son muy malos los malos? ¿Tendremos que cambiarnos de casa, a un sitio donde no haya malos?
-Hijo mío, gente mala la hay en todas partes. Buena también. Aquí hay personas buenas. No todas son malas.
-Pero los malos llevan pistolas y matan.
-Hijo, no te preocupes. Nosotros no tenemos pistolas, pero tenemos flores.
-Ya estoy más tranquilo, papá. Tenemos flores y las flores no matan, nos protegen.

Hollande habla de una Francia en guerra. Pide ayuda al resto de naciones argumentando que según el reglamento de la OTAN cuando un país es atacado deben acudir en su ayuda todos los demás integrantes. Hollande está en período preelectoral y muy bajo en la estima de sus conciudadanos. Necesita –dicen expertos politólogos- inyectar en vena una alta graduación de adhesión. Está, según esos comentaristas, sobreactuando porque tanto él como sus asesores tienen constancia de que lo mejor para responder a ese jihadismo asesino no es precisamente proclamar un estado de guerra, pero esa proclamación es necesaria para conseguir unas elecciones.

Si esto es así, confieso que me repugna que alguien aproveche la sangre de los muertos para alzarse a la cumbre de adhesión que se requiere para ganar votos. Dolor de huérfanos, de viudas, de hombres para siempre solitarios,  dolor de heridas que no se cerrarán nunca, utilizados para llegar a una cima donde las urnas acojan los votos resultantes de una sobreactuación macabra.

Bombarderos últimos modelos. Putin arrimando el hombro para que la sangre sea más abundante. EE,UU, destruyendo camiones de petróleo con sus conductores dentro. El resto de naciones a la expectativa. A algunos no les conviene que el país se llene de pancartas con un NO a la guerra como cuando Irak y juegan a la dilación y la ambigüedad en sus declaraciones. Todos estamos de luto. Corbata negra los mandatarios, traje negro ellas. Y grandes declaraciones. Todos contra el terrorismo, pero sólo contra uno. Para cuándo manifestaciones por los niños palestinos, por los refugiados que huyen de la muerte para llegar a la muerte, para cuándo algo más que el canto emocionado de himnos nacionales para plantearle a muchos un canto a la vida? Para cuándo resarcir a Irak de los destrozos de una guerra de unos falsos salvadores de las patrias? Se absuelve la sangre de aquella guerra diciendo que fue simplemente un error? Se arrancan a Aznar las condecoraciones de reptil que siguió a los otros guerreros? Dónde está aquel parlamento español aplaudiendo la decisión de un presidente hueco? A nadie se le cae la cara de vergüenza? Hay tribunales que juzguen estos “errores”?

Ahora todos se apresuran a firmar pactos antiterroristas y quienes se niegan a hacerlo porque exigen ir a la raíz del problema son tachados con el mayor desprecio como quienes justifican los atentados y ejercen una demagogia barata.  Y los mandatarios vislumbran el momento exacto de recortar derechos, de ampliar penas. Se podrán efectuar registros sin orden judicial, retener en el propio domicilio sin que intervenga la orden de un tribunal, se restringirá la libre circulación de personas, se informará a la autoridad competente de reuniones antojadizamente peligrosas, se sospechará de la maldad de cada  viandante, se partirá de la base de que todos somos culpables mientras no se demuestre lo contrario. Se inocula el miedo, la inseguridad más absoluta y se extraen los derechos conseguidos a lo largo de la historia.


Pactos antiterroristas contra nadie en concreto porque, según los expertos, la dispersión del enemigo, sus fuentes de financiación escondidas en paraísos fiscales, su venta de petróleo a países ahora dolidos por las muertes parisinas, la venta de armas, etc. hace casi imposible saber dónde radica ese odio en concreto. Que toda persona honrada está en contra de estos actos es algo que hay que admitir como evidencia, pero los políticos necesitan la seriedad de Versalles y su hermosura para firmar lo que el pueblo firma con velas y cuartillas de cuadernos y flores.

Por todo esto, me parece enternecedor ese hombre de la calle explicándole a su hijo de cuatro años que la humanidad cuenta con la existencia de personas malas que disparan pistolas, que matan, que destruyen. Pero que junto a esos, hay gente buena, hay velas cálidas de vida y flores que nos protegen como dioses laicos. Y el pequeño se siente más tranquilo, se le ensancha el alma diminuta de sus cuatro años porque el olor de las rosas lo hace mejor, más humano, más digno de ser hombre y mujer de un mundo que revienta nucas y destroza corazones destinados a proclamar el amor al prójimo.


La bondad es invencible mientras haya nardos, amapolas, rosas y claveles. La tierra respira perfumes. Y mientras algunos ven la gran oportunidad de querer que vivamos en el miedo, un niño comprende que los claveles callan la boca de los fusiles.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

NO QUIERO RECORDAR



No quiero recordar aquella fecha.
El tiempo está herido de muescas
que supuran tristezas negras
o alegrías blancas como nardos.
Pero no quiero recordarla
porque ignoro el zumo que rezuma
el geiser diminuto que contiene.
No quiero recordar el día de tu ausencia,
cuando se escondieron los ríos,
cuando los mares se hicieron arena.
Se me quedó en los ojos
la huella de aquel pañuelo
que anudabas al cuello,
cuando era entonces,
y ondea ahora
como una bandera de peces de colores.
Bebí un vaso de tristeza
con un poco de hielo para enfriar la sangre,
para que mi sexo olvidara tu sexo,
mi boca tu boca,
mis manos la escultura de tu piel.
Me senté a la sombra del olvido,
se comieron los perros la memoria
y sólo fui una muesca
en el tronco del tiempo.
No quiero recordar aquella fecha


martes, 17 de noviembre de 2015

TE DESNUDO


Te desnudo despacio
como a un otoño.
Voy recogiendo la ternura
de tus hojas caídas
y descubro tu piel tibia,
tu carne como un río de cerezas.
Descubro las magnolias de tus pechos
como un palomar anidado entre suspiros.
La explanada de tu vientre
horizontal plaza de viento.
De brisa las filigranas del pubis
que sombrean el misterio
donde se esconde la futura primavera.
Te desnudo despacio
la espalda espacial donde giran
las esferas planetarias de tus nalgas.
Allí desnudas las columnas
que sostienen tu aliento y tu mirada
y te encuentro completa
como un otoño aterido
que se aprieta a mi abrazo,
que se siembra en mis ojos
y espera la calidez
de un verano escondido entre mi sangre.



lunes, 16 de noviembre de 2015

CREO EN LA PALABRA


A uno le cruje el alma cuando quiere aguantar encima todo el dolor de París. Le escuece el corazón si pretende soportar toda la angustia de esos miles de refugiados que huyen de la muerte para sólo encontrar la muerte. Se le retuerce la carne cuando le mantiene la vista a una guerra convertida en intercambio mercantil de armamento por sangre. A uno se le estremece la vida cuando para conseguir el orden mundial se recurre como solución única a cañones, a misiles, a bombas de racimo que destrozan carne militar de hombres y mujeres, padres y madres de familia, y saltan por los aires hospitales para acelerar la muerte de quienes podrían ser curados por la medicina, cuando la muerte es una meta que cotiza en bolsa.

París ha sido una isla de odio que no estoy seguro quien lo levanta primero como bandera. Perdonen mi ignorancia, pero no estoy seguro. El odio engendra odio, pero ignoro quién fue el primer sembrador de odio. No consigo distinguir quién puso la primera semilla. No  sé si fue la quijada de Caín contra Abel. No estoy seguro porque todos los burritos son Platero, dulces y peludos y los parió Juan Ramón una noche de luna de algodón. No sé si muy anterior a él, cuando la manzana, cuando el mordisco maldito y la expulsión del jardín, o cuando dios descansó al séptimo día porque se le acabó la belleza entre las manos, o cuando el cristianismo se empeñó en ser cristiandad, o Mahoma, San Juan de la Cruz, Jesús o Stalin, Hitler o Musolini o la madre que parió a los inventores del desamor y la desesperanza.

París ha sido una isla, pero el mundo está compuesto de un gran archipiélago de odio, de sinrazón, de egoísmo insaciable de riqueza a costa del hambre de una mayoría, de hacedores de miseria, de ejemplares multimillonarios a costa de salarios infantiles de niños que no tienen la posibilidad de jugar con una pelota de trapo en las calles del mundo subdesarrollado, de honorables barrigas alimentadas con el hambre de hombres y mujeres con las espaldas dobladas porque pesan las botas del mundo civilizado y cristiano.

Cuando uno dice estas cosas, hay un coro de politólogos que le llaman demagogo. Incluso Inda, ese que necesita de argumentos apocalípticos para que los demás tertulianos sepan que existe, puede gritarme que soy un  miserable por argumentar lo que argumento.

Todos hemos llorado en París. Y tras el llanto, se me ha anudado la preocupación. Hollande ha hablado de guerra, de mandar misiles, de aunar fuerzas para que la aviación bombardee no sé qué zona, porque hay que aniquilar, deshacer, borrar del planeta. Porque hay que recuperar la libertad, la serenidad, la tranquilidad. Y como cuando en enero, se reúnen los jefes de estado y de gobierno y cada uno proclama algo igual a lo que ha dicho su compañero de mesa, que hay que unirse para conseguir la paz (aunque ninguno aclara qué es la paz porque la langosta le ha turbado la mente o porque no sabe cómo definir la paz o porque –esto es lo más seguro- ninguno desea en realidad la paz). Todos saben lo que es la guerra y son valientes para afrontarla. Por tanto enviarán militares padres y madres a donde crean conveniente para fabricar más muerte, más orfandad, más desesperanza. Porque como dice una viñeta de la insondable Mafalda, si los que hacen las guerras fueran a ellas no habría guerras, Pero van otros. Y cada país aporta su cuota de valientes. Se despiden orgullosos porque se les ha educado para morir o triunfar, aunque nadie les ha dicho que el triunfo consiste en la muerte. Los que regresan vivos no son condecorados ni tenidos en cuenta. Sólo son dignos de honores los muertos

Me dan miedo los tanques, los aviones, las bombas. ¿A nadie se le ocurre de verdad pensar en la palabra, en su poder creador, en su capacidad de llegar a lo hondo del otro, a los sótanos del alma? ¿Nadie cree en el poder utópico de la palabra? ¿Y si nos sentáramos a hablar? ¿Nadie le otorga un poder superior al de las armas?

La biblia –y descarto aquí toda referencia religiosa- le da a la palabra la categoría de útero del mundo. Todo germina en su vientre y de su vientre brota la creación. Y cuando el universo se desprende en el más bello parto, el mundo es un hermoso vergel en paz consigo mismo, en armonía suprema, en el más bello caos de la existencia.

Nadie cree en la palabra porque todo se reduce a negocio, a prostitución humana, a odio alimentado con capital que prevé apropiación de petróleo o reconstrucciones después de la destrucción necesaria para engordar cuentas bancarias. Se entierran muslos con cascotes y se ingresa en la cuenta corriente un cadáver a intereses elevados.


¿Qué haremos los humanos sin un trocito de utopía y sin el valor creador de la palabra?
ME LLAMAS NOVIEMBRE


Me llamas noviembre.
Tu voz me dibuja el alma
como un suelo de hojas secas,
carne crujiente
desenamorada,
esquelética,
con huesos vegetales
y nervaduras de pena.
Noviembre me llamas
porque tengo atardeceres en los ojos –dices-
porque la sangre tirita –dices-
porque es ocre la mirada –dices-
porque hay nieve en las cumbres de mis ríos –dices.
Acostúmbrame
a ser noviembre en tus ingles,
aliento en tu boca,
calor en tu beso,
necesidad de sentir
tu vientre como albergue.
Explícame por qué me sientes noviembre
yo que fui tu llama,
tu fuego oscilante,
incandescencia lúcida delante de tu carne
que humeaba montes de piel
y oscuro pubis de yedras.
Por qué me quieres noviembre.
Como forma de olvido, tal vez,
como distancia, tal vez,
como lejanía conscientemente buscada, tal vez.
Soy noviembre porque me haces otoño en ti,
porque me haces temblor de hojas agónicas,
porque visualizas una muerte amortajada,
porque sientes la desintegración de aquella primavera que fui
cuando soy noviembre,
sólo noviembre.


viernes, 13 de noviembre de 2015

AQUEL CRUCE



Cruzaba las piernas como si cruzara un mar. Que nadie me recuerde una escena cinematográfica. Maldigo la comparación. Aquello era una cinta plástica. En la piel de estos muslos podía escribirse un poema.

Ella conocía la reacción de mi cuerpo desbocado. Lo habíamos hablado. Le había comentado el escalofrío que me despertaba el paisaje de luz evidente y la sombra imaginada de aquel cruce de piernas. Ella siempre respondía que le encantaba regalarme aquel latido y sentir que mis ojos se extasiaban en el movimiento más erógeno de su cuerpo.

Se miraba desnuda en el espejo. No se encontraba especialmente bella. Sus pechos tenía la huella de dos hijos. Sus caderas, tendían a acoplar un vientre con algún pliegue sobrante. Sus glúteos no respondían a una gimnasia recomendada en un spot televisivo. Sólo su monte de venus y sus muslos eran el orgullo de aquella mujer que cruzaba sus piernas como si cruzara un mar.

Habíamos sido amantes desde aquella tarde que llovía. Se había refugiado por cortesía en mi paraguas y me había invitado a un café en su casa. Eramos jóvenes. Le sequé la espalda mientras en el espejo miraba sus pechos de limoneros dulces, su vientre rubio como un trigal con amapolas y la toalla bajaba hasta los convexos planetas de sus nalgas.

Habíamos sido amantes. Pero un día deja de llover y nadie necesita un café caliente, ni que le sequen la espalda, ni reflejar en un espejo el misterio más bello de su carne. Y el amor se redujo a aquel regalo de la piel de sus muslos, al paisaje de luz evidente y la sombra imaginada de aquel cruce de piernas.

Siempre me quedó pendiente una pregunta que me negué a despejar: ¿Por qué cuando me veía cruzaba sus piernas como si cruzara un mar?


jueves, 12 de noviembre de 2015

AMANTES (2º)


Con tu marido o tu escolta. No sé. Hemos tenido que disimular la sangre y besarnos como jurando una bandera. ¿Cuánto tiempo fuiste mi amante? Lo soy. Tengo tu amor aquí, dentro de la tumba. Ocupando conmigo el metro  de tierra que le corresponde a los muertos. Quiero hacer el amor contigo. Estoy muerto. Sólo contigo. Ahora. Me voy a desnudar ante tu muerte. Tengo cuarenta años. Pero eres hermosa. Soy como tú me ves.  Amar es crear al otro. Y te hago hermosa. Trabajo tu belleza como si hiciera un amanecer artesano. Despacio. Para no estropear los rayos de sol. Te has convertido en el fruto de mi muerte. Hechura de mi muerte eres. Esto es hacer el amor. Crearte y recrearte. El sexo como un ciprés. El sexo como palomas de par en par. Creándote. Haciéndote de la nada. Para sentirte aquí. Para tocarte. Para fundarte como una ciudad inmensa. Con una plaza grande. Y tú fuente central de agua limpia. Pasa alguien con su sed a cuestas. No siga de largo. Beba usted también. Hay agua para todos. Y lo niños juegan haciendo mundos de jabón con el agua limpia de tu fuente. Riégame la muerte. Que me crezcan flores en los ojos. Azucenas. Y lirios. Y ramas en las manos. Para aupar tus raíces. Para palpar tu cuerpo de cuarenta años. Ponme en los ojos tus ojos. En mis ojos vacíos de muerto irremediable. Yo también quiero hacer el amor. Porque lo he soñado muchas veces. Porque me urge. Porque es la manera de reencontrarme con la existencia. Existiré si me amas. Hazme en tu palabra creadora. Estoy cansado de ser muerto. Ahora estás aquí. No sueño. No imagino. Estás. Sigue siendo mi amante. Para no dejarme morir. Para surgir de tu regazo. Para que seas madre. Mi madre. Para que estés pariéndome. Aquí. Ahora. Con el dolor de una esperanza. Con la esperanza de un amor. Pariéndome. Preñada tú de mí. Llevándome interiormente. Soportándome. Con tu orgullo de madre mostrado por la calle. Lo llevo. Quiero llevarlo. En el planeta de mi vientre, él. Que lo sepan todos. Tengo dentro a mi amante. No es mi hijo. Es mi amante. O es mi hijo. No sé. Lo es todo. Y yo existiendo en tu amor amniótico. Reconstruido. Retornado al paraíso. Subiendo a las palmeras de tu sangre. Alimentado en las lunas de tus pechos, que dejaron su forma para siempre en mis manos. Huella para siempre. Te lo dije. No olvidaré nunca el paisaje de tus ingles y el olor de tus pechos. Aunque huiste  antes de tener cuarenta años. Sólo diez y ocho. Carne de hierba. Agua limpia. Mujer de diez y ocho. Cuajada como una primavera recién inaugurada. Hecha rotundidad. Manos acostumbradas a la forma de los pechos que ahora me alimentan. Que ahora son pan bueno. Tus huesos de nardo   quiero. Ahora  que  soy  hombre.  Ahora  que  me  estoy  muriendo.

Que a lo mejor estoy muerto. Y tienes que acomodar tu postura al metro de tierra que me corresponde. Como a todos los muertos. Yo estoy en tu vientre. Tú en mi tumba. Haciendo de las caricias una actitud eterna. Amantes para siempre. Apretadas tu vida y mi muerte. Fundidas. Una misma cosa. Bloque único. Sin que nadie pueda distinguirlas. Sin posible destrucción. Amándonos como sólo se aman los muertos. Mi vida y tu muerte. Indistintas. Amantes para siempre.


domingo, 8 de noviembre de 2015

AMANTES  (1º)



Cuarenta años tal vez. Quiero ser realista y pedir lo imposible. Mayo del sesenta y ocho. Dos años tú. Algunos más yo. Hoy tú cuarenta. Yo tomando la última curva.  Enfermo. Haciendo amistad con la muerte.  Ignoramos lo que es el tiempo. A lo mejor una oquedad. Una circunferencia sin principio ni fin. Un corredor sin retorno. La vida sólo una ergometría. Correr. Más aprisa. Más rápido. Para no ir a ninguna parte. Sin vuelta atrás. El tiempo no tiene pasado ni futuro. Por eso no podemos hacer el amor. Porque aquella tarde ya no existe. No podremos hacerlo mañana porque mañana es una palabra. Sólo una palabra. Y cuando decimos mañana tal vez nombramos la muerte. Porque estoy enfermo y no me he muerto ayer. Mañana me moriré. Y no quiero estar muerto ante ti. Me da vergüenza mostrarme muerto. Cuando viste mi desnudez tú también estabas desnuda. Nos amamos como las olas. Apretando el viento. Aquella tarde de marzo. Un racimo el amor  aquella tarde. Desnudos los dos. Pero vivos. No quiero que veas mi muerte envuelta en un sudario. Manos sin caricias. Sin abrazos los brazos. Sin besos los besos. Deberíamos hacer el amor hoy. Mostrarnos como somos. Cuarenta años tú.  Dame cobijo. Vengo mojado, sudando, definitivamente apuñalado. Certeramente herido. A lo mejor ya no soy yo. Y soy lo póstumo de mí. Postura. Sólo postura. Igual que si estuviera muerto. Los muertos son postura. Como las catedrales. Para siempre así. Acúname. Necesito que alguien me acune para sentirme en movimiento. Pon tu cuerpo aquí. No tengas miedo al frío. Envuélveme entre tus piernas.  Acabo de regresar de una huida. Es mi regreso. Y te he encontrado.



MUJER-MISTERIO




Soy la sombra de tu piel
Mis manos escriben un poema en tu espalda
arqueada por mi beso donde empiezan tus besos.
Busco tu cuerpo sin apropiarme de sus pliegues
porque eres el misterio insondable
que puso la vida entre mis labios.
Quiero ser tuyo sin que tú me poseas
porque soy misterio entre la luz de tus dedos.
Quiero escalar tus pechos
y saltar al abismo de tu vientre sembrado de amapolas.
Hundirme en la gótica luna de tus ingles
para aprender el nombre de tu sangre.
Soy misterio, mujer,
y tú lo veneras como a la sombra de tu piel.
Caminas por todo el territorio de mi ser
y se desmaya mi  carne con la música de tu aliento.
Y así vamos, los ojos de la mano
sin soltar la mirada que dibuja horizontes.
Vamos aprendiéndonos,
descifrando el tú de mi yo,
el yo de mi tú.
Te llamo por tu nombre y te ayudo a existir.
Me llamas por mi nombre y siento que me creas.

Así somos, misterios del amor indescifrables.

domingo, 1 de noviembre de 2015

HAGO CAMINO


Hago el camino hasta tus manos.
Busco techo para mis otoños interiores,
un pedazo de luz para mis ojos,
unos besos sobrantes.
No pido demasiado.
Hago el camino hasta tus manos.
Quiero dejar la huella de mi piel
en la palma de tus caricias,
el volumen de mi carne entre tus dedos
y esta sangre cansada
transfundirla a la herida de tu costado izquierdo
debajo de tu pecho de limonero en flor.
Hago camino hasta tu refugio
para que enciendas un fuego que nos queme,
que nos funda hasta hacernos un campo de amapolas
y el paisaje hierva
y se caldeen los besos
y me anude al perfume de tu vientre
ese bramante de jazmines.
Camino hasta tus manos
para descansar mi muerte
a la orilla de tus ojos.
Dame los besos sobrantes.

No pido demasiado.