miércoles, 2 de diciembre de 2015

TENGO QUE APRENDER


Tengo que aprender a buscar
luz en la oscuridad.
Quiero ser consciente de que el misterio
siempre habita en la cara oculta de la nada.
Necesito averiguar por qué busco el amor
y sólo lo encuentro cuando él me encuentra.
Tengo que hacerme a la idea
de que el caos es el orden único
que domina los vientos,
que la locura es el único equilibrio
que da sentido al quehacer de cada día.
Necesito aceptar que las preguntas más hondas
no tienen respuesta.
Preguntar por qué estás si no estuviste nunca,
por qué me habitas si no me cabe el mar,
por qué he sometido mi rebeldía
al nido caliente de tus manos.
Por qué caminos llegaste
hasta navegarme la sangre,
por qué me llamas por mi nombre
si yo era tan sólo un seudónimo cubierto de cenizas.
Pregunto a mi sola soledad
por qué se siente habitada de repente
por la sombra luminosa de tu risa,
por el relieve de tu entrega gratuita
al vacío infinito de esta  costumbre de estar de pie en el mundo.
Ahora existo porque tú me regalas
una primavera cada tarde
y un amanecer cada mañana.
Soy porque aceptas mi soledad humana,
mi vacío constituyente
y la seguridad certificada de mi muerte
cuando la muerte madure
como un racimo agrio de cerezas.
Tengo que aprender a aprehenderme,
a ser el yo finito, inacabado
que depende de la presencia de tu ser
pleno como un océano reunido de mares.
Reconstruye en unidad la dispersión que soy.
Congrégame y ampárame en tus manos,
sostenme entre tus ojos
y alúmbrame la boca
con la luz sobrante de tu boca.
Quiero descansar en tu aliento
resguardado de la vida
hasta esa muerte que me crece
en el vértice derecho donde descansa tu frente
cuando el amor detecta

dos soledades amantes.

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