lunes, 16 de noviembre de 2015

ME LLAMAS NOVIEMBRE


Me llamas noviembre.
Tu voz me dibuja el alma
como un suelo de hojas secas,
carne crujiente
desenamorada,
esquelética,
con huesos vegetales
y nervaduras de pena.
Noviembre me llamas
porque tengo atardeceres en los ojos –dices-
porque la sangre tirita –dices-
porque es ocre la mirada –dices-
porque hay nieve en las cumbres de mis ríos –dices.
Acostúmbrame
a ser noviembre en tus ingles,
aliento en tu boca,
calor en tu beso,
necesidad de sentir
tu vientre como albergue.
Explícame por qué me sientes noviembre
yo que fui tu llama,
tu fuego oscilante,
incandescencia lúcida delante de tu carne
que humeaba montes de piel
y oscuro pubis de yedras.
Por qué me quieres noviembre.
Como forma de olvido, tal vez,
como distancia, tal vez,
como lejanía conscientemente buscada, tal vez.
Soy noviembre porque me haces otoño en ti,
porque me haces temblor de hojas agónicas,
porque visualizas una muerte amortajada,
porque sientes la desintegración de aquella primavera que fui
cuando soy noviembre,
sólo noviembre.


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