sábado, 29 de agosto de 2015

Y NO ESTAS


No estás.
Amurallada la puerta,
las ventanas,
cegado el pozo donde se escondía el mar.
No estás.
Se marchó una tarde –me dicen.
No llevaba maletas.
Dejó abandonados los sueños y los perros.
No tenía un camino entre los pies,
ni aquel campanario de risas en la boca.
Vengo desde aquella lejanía donde existí contigo,
y no estás.
Se fue de prisa como las madrugadas, -me dicen,
como un mar cansado de latir,
con la decisión de un río que quiere suicidarse.
No estás.
He preguntado por tu hueco,
por si alguien encontró tu vacío,
por si te hubieras olvidado los besos con las prisas.
No estás.
Ni siquiera una despedida debajo de la puerta,
ni aquel gesto volandero de tu mano,
de tus ojos abrazados a mis ojos,
de tu piel arrancada de mi piel.
No sé si tendré tiempo de esperar tu regreso.
Tiene prisa mi muerte
y aprieta contra su sombra mi sombra,
como tú me apretabas cuando  eras  girasol
alrededor  de mis labios.
No estás.
Arrastro la palabra buscando tu huella.
No estás.
Me has dejado la existencia a media asta
con la muerte colgada de un mástil astillado,
rota de viento y sol,
de veranos calientes en tu sexo,
de inviernos refugiados en tu vientre.
Me he perdido en la nieve,
en el frío abandonado de un hospicio,
sin señal la brújula que me orientaba a tu boca,
a los puntos cardinales de tus labios.

No estás.

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