viernes, 14 de agosto de 2015

LA MUERTE QUE OLVIDE



Tal vez he muerto antes de ayer
y no lo recuerdo.
La muerte se alimenta de amnesia,
nutre su anemia sin  añoranzas grises,
no extraña los besos o el traje del domingo.
Tal vez he muerto antes de ayer
y ellos, los seres-en-el-tiempo,
miran el sillón vacío,
el hueco de la cama caliente de ternura,
la raqueta del sábado temprano,
el bolígrafo mont blanc
y un poema inacabado
hablando de caricias escritas en sus muslos.
Ya está descansando, piensa ella,
como si la vida  sólo fuera  cansancio,
como si las noches entre sus labios abiertos,
entre sus pechos abiertos,
entre sus ojos abiertos
hubieran agotado mi corazón erecto.
Hoy quisiera decirle
que soñé con el hijo que tuvimos,
que creció vertical como los ríos,
que intuí en sus manos la piel de aquella colegiala
guardada en la carpeta azul de los deberes.
Pero tal vez me he muerto antes de ayer
y no lo recuerdo.
Ellos son conscientes
porque han esparcido las cenizas
en las bodegas del alma.
Los columbarios guardan corazones colmados de historias.
No estoy seguro de haber muerto.
La vida es una duda sin certezas

y la muerte la última pregunta.

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