BUSCO UN RETRETE
Algo me ha sentado mal. No sé si ha sido la langosta
que comí en Valencia invitado por Rita Barberá. Yo no era un invitado cutre y
ella me trató con la dignidad que mi estómago de sangre azul merecía. Pero algo
me sentó mal y me aconsejan que me provoque una diarrea para expulsar cuanto
antes los restos de langosta. Por eso busco un retrete, porque hacerlo en la
calle me da pudor por lo que se me pueda ver y porque los transeúntes ya están
hartos de mierda.
Algo me ha sentado mal. Tal vez las aseveraciones
dogmáticas de Rivera asegurando por todos los altavoces del país que Ciudadanos
(no sé pronunciarlo como Floriano) es un partido centrista, centrado, que ni a
izquierdas ni derechas, que ahí está bien, que no pretende instaurar el saludo
fascista, que los demás partidos deben organizarse como él manda, que tiene la
certeza de que pronto pasará de ser un líder a ser un caudillo. Me han dicho
los que me quieren que debo evacuar rápidamente para que una vez vacío mi
estómago electoral, pueda regresar a mi dieta de crítica sin calorías para no
engordar la democracia hasta convertirla en obesidad mórbida. Por eso busco un
retrete.
Algo me ha sentado mal. A lo mejor Esperanza Aguirre
corre que te corre a la Fiscalía General del Estado (no a un juzgado de Plaza
de Castilla porque los juzgados de Plaza de Castilla son para los rateros
pobretones como Granados, mientras que ella es una caza talentos de categoría
que intuyó la integridad moral de su hombres de confianza, fueran consejeros o
alcaldes de pueblos importantes) Y a lo mejor la Fiscal General del Estado y el
extraterreste que sonríe y le llaman Montoro empiezan a investigar y llegan a
la conclusión de que Esperanza me produce vómitos porque es sexagenaria, porque
miente con la inocencia de esas víboras que te pican porque es su deber impuesto
por el creador supremo, que calumnia con la misma serenidad que pasea a su
perrito, que insulta con la ternura de quien lanza un piropo. Tengo que dejarla
aparcada (no en el carril-bus de Gran Vía) porque además de diarrea tengo ganas
de vomitar. Necesito dos retretes.
Algo me ha sentado mal. Tal vez saber que ya nadie
habla del paro porque según Ponds-belleza-en-siete-días se crean cuatro puestos
de trabajo por minuto, de manera que necesitamos ingenieros alemanes, científicos
rusos, barítonos italianos para servirnos la caña con el pincho de tortilla. Y
si algún suizo se anima, podemos ofrecerle la limpieza de los servicios porque
los españoles los dejamos hechos una pena cada vez que meamos. A lo mejor
porque me he enterado (nos los dijo un Mariano Rajoy y Rajoy que siempre cumple
sus promesas) de que España es un país que tiene muchos españoles, más aún, que
hay españoles muy españoles, incluso españoles mucho. Mariano nos ha devuelto a
aquellos tiempos en que no teníamos que meternos en política (ni siquiera lo
hacía Franco, antecesor de Alianza Popular con el demócrata Fraga que
evolucionó en Partido Popular) Tiempos
en los que disfrutábamos de las suecas que lucían muslo y dejaban entrever
pechos con sujetadores a media asta. Busco un retrete para soltar todas las
mentiras que me ha hecho tragar la izquierda radical, antisistema, con raíces
comunistas, amantes de ETA como Manuela Carmena, defensores del crimen que
peinan coleta y se compran las camisas en Alcampo. Esa izquierda que quiere
destruir la democracia y prohibir que votemos y que tronchará la libertad de
expresión, destrozará la Constitución como si fuera un Miguel Servet y
promulgará una ley mordaza (no confundir con ley de seguridad ciudadana de
Fernández Díaz) Por favor, dos retretes
porque no puedo contener ningún orificio capaz de expulsar mierda pura.
Estoy exhausto. No crean ustedes que se encuentra un
retrete fácilmente. Creí que era yo solo, pero hay una fila enorme de
ciudadanos y resulta que se sigue un estricto orden de llegada al vomitorio.
Dadas esas prisas y la escasez de retretes debido a los recortes impuestos por
Europa, tuve que largarme al campo. Mi sorpresa fue tremenda porque había
millones de españoles en cuclillas, defecando la rabia y la desvergüenza. Uno
de ellos me garantizó que todo se convertiría en abono que fecundaría la patria
y que por tanto debíamos estar agradecidos a los políticos que nos habían
causado la diarrea.
Yo, que tanto había despotricado contra aquella
basura, resulta que debía estar agradecido porque esos residuos estomacales
harían de mi país un país lleno de españoles y de españoles mucho. Pido perdón.
Un error lo comete cualquiera.
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