AGOTADO
“Descanse en paz”
“Por lo menos ha descansado” En
ese aparente buen deseo se esconde la definición de lo que es la vida, el
dolor, la conciencia de estar vivos. Porque la vida parece ser un enorme cansancio.
Por el contrario, la horizontalidad cadavérica la identificamos con ese
descanso eterno que la religión nos adjudica como consuelo de la ruptura que
encierra la muerte. Alguien se apea de nuestro corazón, se baja de nuestro
contacto de piel y acudimos entonces al consuelo de que se agotó del cansancio
de vivir. Se nos fue, pero alcanzó el disfrute de dejar atrás el agotamiento de
ser-en-el-tiempo para disfrutar de ser-sin-él porque la eternidad no es un
alargamiento de horario, sino la rara existencia sin él.
Ultimamente los españoles parece que estamos cansados
de democracia. Agotados incluso. Sin fuerza para seguir metiendo un papelito en
unas urnas de plástico donde guardamos nuestra decisión de que sea fulano o
mengana quien a las diez de la noche de esa noche de preocupación y mesas
electorales el ministro de turno nos diga que tal partido se apropiará del país
ante un rey no del todo constitucional y prometerá por su conciencia y honor
(términos barrocos en estos tiempos en que las cosas se hacen por cojones)
cumplir y hacer cumplir (mucho más lo segundo que lo primero) la constitución.
A ese acto de servicio a la patria (de apropiación
indebida del país, y por tanto acto delictivo) le ha precedido una campaña
electoral. Todos no han dicho que poseen las herramientas suficiente para que
España se llame jauja y el mundo nos mande sesenta millones de turistas que
comprobarán a base de insolación que como aquí no se vive en ningún sitio,
gracias a que los electores le van a dar el voto mayoritario a las más hermosas
promesas que ha proclamado Floriano (Cicerón posmoderno) Cospedal (con la
sinceridad de que en realidad van saquear con ímpetu renovado), Pedro Sánchez
(que a lo mejor se equivoca de botón y vota lleno de gozo a favor de la
jerarquía católica) o Albert (desnudo porque confundió el hemiciclo con
Interviú), y así indefinidamente. Y todo son promesas de futuro. Incluso
aquellos que hicieron lo contrario que prometieron en las últimas elecciones,
nos aseguran ahora que nadie como ellos para disfrutar de la redención de una
España asesinada por Zapatero. No ha habido recortes, no hay hambre, se ha
solucionado el paro y somos la envidia del mundo. El mañana empieza con un
salario importante para los más desprotegidos porque la dignidad es patrimonio
de todos, con una supresión de desahucios por el derecho a una vivienda digna,
el pleno empleo porque el paro degrada al ser humano, una subida de pensiones
porque los viejos volverán a ser jubilados, una banca honrada a la fuerza
porque el capital está al servicio de los humanos, una enseñanza gratuita
porque todos debemos aspirar al cultivo del espíritu, con guarderías porque
importa la socialización desde la niñez, una sanidad universal, aportaciones
para la investigación, atención total a la dependencia, bajada del IVA, de
todos los impuestos, facilidades, facilidades, facilidades…Rajoy nos aseguró
que nos iba a hacer felices y lo ha conseguido. Lo reconoce Bruselas, el
F.M.I., los grandes inversores. Incluso los niños del universo vienen a nuestro
país a comprar “los chuches” porque
tienen una imposición más baja. Y los potentados han pedido que le suban su
aportación fiscal porque Montoro los ha convencido de la bondad de la
solidaridad. Nadie canta “adiós mi España querida, dentro del alma…” porque no
se van los talentos mejor preparados, sino que piden asilo los sabios del
submundo que sub-vive más allá de nuestras fronteras.
Bendita campaña electoral. Hemos digerido los
mensajes. Hemos enterrado el pasado y volvemos a elegir a aquellos que hasta
ayer nos repugnaban por corruptos, malversadores, traidores a la palabra dada.
Creemos en el propósito de la enmienda y los llevamos a la gloria de la Moncloa
con la bendición de Rouco Varela.
Dentro de muy poco los bares se llenarán de protestas,
de maldiciones, de constataciones superficiales que igualan a todos, de
condenas de la corrupción, del engaño, de la falsedad. Y los culpables serán los
políticos, los que gobiernan, los que nos llevan a la miseria después de
habernos pintado una eterna primavera. ¿Qué parte de culpa asumiremos como
votantes, como electores, como responsables de nuestro quehacer democrático?
¿Quién de nosotros pedirá perdón por haberse desentendido de la responsabilidad
que nos corresponde como ciudadanos? ¿Quién se librará de la culpa de que nos
gobiernen los que apostamos que no volverían a gobernar? ¿Quién admitirá que la
democracia somos nosotros, el pueblo, y que ellos son simples delegados? Los
protagonistas de la historia son los ciudadanos. Zafarse de ese papel nos convierte
en cobardes cómplices.
Cuesta trabajo hacer futuro. Parir nunca ha sido
fácil. Cuando se renuncia a ello, uno se condena a la esterilidad. Entonces es
preferible dejarlo todo atrás, pedir una cruz de madera y un epitafio. “Aquí
descansa alguien que hizo de su vida un tremendo y despreciable cansancio”
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