domingo, 15 de marzo de 2015

SER BUITRE


Ser humano es complicado. La filosofía clásica se empeñó inútilmente en encerrar lo humano en definiciones que hacían de él algo estático y en consecuencia amputaban el dinamismo intrínseco que siempre conlleva. Llegó el existencialismo y lo lanzó a sus circunstancias más evidentes, más dolorosas, pero de más proyección. Ser simplemente una nada, un ser-en-el-tiempo, un ser-para-la-muerte, un infierno-para-los-otros, una-pasión-inútil, no nos redime de nuestra responsabilidad, pero nos enfrenta a nosotros mismos como lucha por averiguarnos, por vivirnos de manera viva y ardiente. Ortega, Laín Entralgo, Zubiri, Mouniere, etc  proporcionaron  una visión de la existencia que es realmente lo que nos hace vivos y humanamente vivos.

Si ser humano es complicado, ser buitre debe encuadrarse en la permanente angustia de experimentarse como apostasía humana por reducción a la animalidad más absoluta. Aunque bien pensado, el buitre no es consciente de su mezquindad. Decía Cortázar que él era un ser solitario como su gato. Pero como humano era mucho más solitario,  porque su gato no tenía conciencia de su soledad. Los buitres tienen una enorme elegancia externa, pero se alimentan de carroña. Y lo peor es que ni siquiera tachan de carroña su alimento. Como ciertos buitres trajeados de Armani, perfumados de loewe y corbata de seda. Serán conscientes estos seres “importantes” de que mastican su propia carroña?  Si son sabedores del origen de su riqueza, son miserables absolutos y además satisfechos de serlo, y no encontraremos calificativos suficientes para describir semejante podredumbre.

Los ayuntamientos, en cumplimiento de su labor social y por imperativo legal, deben construir viviendas cuya compra o alquiler esté al alcance de las economías más sufridas, incluso para aquellas incapaces de pagar el precio de una compra o alquiler. Los ayuntamientos construyen esas viviendas con impuestos que pagamos los ciudadanos. La solidaridad exigida a todos debe repercutir en el bien de todos, con preferencia de los más necesitados. En consecuencia la abstracta propiedad de eso bienes corresponde a la ciudadanía.


Como resultado de muchos factores, los ayuntamientos están carentes de tesorería. Sus autoridades los explican por la crisis. Nadie señala como causas los proyectos faraónicos, la irresponsabilidad de levantar edificaciones por encima de sus posibilidades, las construcciones innecesarias pero que dejan sabrosas comisiones, las concesiones a amistades peligrosas, el engrandecimiento personal de los ediles con un ombligo infinito. Todo es resultado de la crisis-estafa que los demás pagamos aunque los auténticos responsables sean una minoría que hace ostentación de sus apropiaciones indebidas. Pero esa irresponsabilidad no tiene castigo alguno. Sólo el que se puede ejercer negando el voto en las urnas. Existe una absolución electoral que nunca comprendí. Nadie rinde cuentas de su mala gestión.

El urbanismo ha sido una fuente de riqueza de los ayuntamientos. Junto a la construcción privada, de la que habría mucho que hablar, está la construcción de viviendas a las que antes aludía. Pues bien, los ayuntamientos, excusándose en la necesidad de recobrar un dinero del que la crisis-estafa les ha privado, vende a los fondos buitre esas viviendas que fueron construidas con la solidaridad de toda la comunidad y cuyos destinatarios era los más desfavorecidos por esa estafa de dimensiones mundiales. Y esos buitres carroñeros cambian los contratos originales, pagan un precio de mercadillo por comprar al por mayor  y en consecuencia se revisten del poder de desahuciar a los que compraron y están pagando sus pisos o a quienes mediante un alquiler tenía derecho a vivir en ellos.

Esos buitres se apropian derechos y devoran las entrañas humanas de quienes por el hecho de ser pobres, ellos, con autorización de los gobernantes, convierten en carroña. Visten de Armani, se perfuman de loewe, usan corbatas de seda. Pero si uno se fija bien, debajo de esa hermosura, se encierran aves de rapiña porque son hijos de ciertos padres, familia de ciertas familias, consanguíneos de cierta sangre necrosada y pestilente.

No me siento con capacidad jurídica suficiente como para tachar de ilegal esa venta-regalo. Pero me siento con humanidad sobrante para proclamar mi vómito ante depredadores sin escrúpulos que se alimentan de la carroña que una minoría ha fabricado. Los pobres no son pobres por designio divino ni porque la historia registra su existencia desde siempre. Los pobres lo son porque hay expertos en fabricar pobreza, en instalarla donde quieren y en extenderla lo suficiente para que algunos lo tengan todo. Los pobres son pobres porque se fabrican en laboratorios infames y porque hay unos gobernantes que se ceban en el desprecio de una mayoría para enriquecer a una minoría.


Me sobra humanidad para despreciar los Cartier, los Ferrari, los chalets con piscina y sauna. Déjenme un pequeño rincón. Voy a vomitar. No tengo más remedio.

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