SER BUITRE
Ser humano es complicado. La filosofía clásica se
empeñó inútilmente en encerrar lo humano en definiciones que hacían de él algo
estático y en consecuencia amputaban el dinamismo intrínseco que siempre
conlleva. Llegó el existencialismo y lo lanzó a sus circunstancias más
evidentes, más dolorosas, pero de más proyección. Ser simplemente una nada, un
ser-en-el-tiempo, un ser-para-la-muerte, un infierno-para-los-otros,
una-pasión-inútil, no nos redime de nuestra responsabilidad, pero nos enfrenta
a nosotros mismos como lucha por averiguarnos, por vivirnos de manera viva y
ardiente. Ortega, Laín Entralgo, Zubiri, Mouniere, etc proporcionaron
una visión de la existencia que es realmente lo que nos hace vivos y
humanamente vivos.
Si ser humano es complicado, ser buitre debe
encuadrarse en la permanente angustia de experimentarse como apostasía humana
por reducción a la animalidad más absoluta. Aunque bien pensado, el buitre no
es consciente de su mezquindad. Decía Cortázar que él era un ser solitario como
su gato. Pero como humano era mucho más solitario, porque su gato no tenía conciencia de su
soledad. Los buitres tienen una enorme elegancia externa, pero se alimentan de
carroña. Y lo peor es que ni siquiera tachan de carroña su alimento. Como
ciertos buitres trajeados de Armani, perfumados de loewe y corbata de seda.
Serán conscientes estos seres “importantes” de que mastican su propia
carroña? Si son sabedores del origen de
su riqueza, son miserables absolutos y además satisfechos de serlo, y no
encontraremos calificativos suficientes para describir semejante podredumbre.
Los ayuntamientos, en cumplimiento de su labor social
y por imperativo legal, deben construir viviendas cuya compra o alquiler esté
al alcance de las economías más sufridas, incluso para aquellas incapaces de
pagar el precio de una compra o alquiler. Los ayuntamientos construyen esas
viviendas con impuestos que pagamos los ciudadanos. La solidaridad exigida a
todos debe repercutir en el bien de todos, con preferencia de los más
necesitados. En consecuencia la abstracta propiedad de eso bienes corresponde a
la ciudadanía.
Como resultado de muchos factores, los ayuntamientos
están carentes de tesorería. Sus autoridades los explican por la crisis. Nadie
señala como causas los proyectos faraónicos, la irresponsabilidad de levantar
edificaciones por encima de sus posibilidades, las construcciones innecesarias
pero que dejan sabrosas comisiones, las concesiones a amistades peligrosas, el
engrandecimiento personal de los ediles con un ombligo infinito. Todo es
resultado de la crisis-estafa que los demás pagamos aunque los auténticos
responsables sean una minoría que hace ostentación de sus apropiaciones
indebidas. Pero esa irresponsabilidad no tiene castigo alguno. Sólo el que se
puede ejercer negando el voto en las urnas. Existe una absolución electoral que
nunca comprendí. Nadie rinde cuentas de su mala gestión.
El urbanismo ha sido una fuente de riqueza de los
ayuntamientos. Junto a la construcción privada, de la que habría mucho que
hablar, está la construcción de viviendas a las que antes aludía. Pues bien,
los ayuntamientos, excusándose en la necesidad de recobrar un dinero del que la
crisis-estafa les ha privado, vende a los fondos buitre esas viviendas que
fueron construidas con la solidaridad de toda la comunidad y cuyos
destinatarios era los más desfavorecidos por esa estafa de dimensiones
mundiales. Y esos buitres carroñeros cambian los contratos originales, pagan un
precio de mercadillo por comprar al por mayor
y en consecuencia se revisten del poder de desahuciar a los que
compraron y están pagando sus pisos o a quienes mediante un alquiler tenía
derecho a vivir en ellos.
Esos buitres se apropian derechos y devoran las
entrañas humanas de quienes por el hecho de ser pobres, ellos, con autorización
de los gobernantes, convierten en carroña. Visten de Armani, se perfuman de loewe,
usan corbatas de seda. Pero si uno se fija bien, debajo de esa hermosura, se
encierran aves de rapiña porque son hijos de ciertos padres, familia de ciertas
familias, consanguíneos de cierta sangre necrosada y pestilente.
No me siento con capacidad jurídica suficiente como
para tachar de ilegal esa venta-regalo. Pero me siento con humanidad sobrante
para proclamar mi vómito ante depredadores sin escrúpulos que se alimentan de
la carroña que una minoría ha fabricado. Los pobres no son pobres por designio
divino ni porque la historia registra su existencia desde siempre. Los pobres
lo son porque hay expertos en fabricar pobreza, en instalarla donde quieren y
en extenderla lo suficiente para que algunos lo tengan todo. Los pobres son
pobres porque se fabrican en laboratorios infames y porque hay unos gobernantes
que se ceban en el desprecio de una mayoría para enriquecer a una minoría.
Me sobra humanidad para despreciar los Cartier, los
Ferrari, los chalets con piscina y sauna. Déjenme un pequeño rincón. Voy a
vomitar. No tengo más remedio.
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