domingo, 22 de marzo de 2015

PIEL DE NIEBLA


Pregunta la tarde por la tarde.
Se desfigura  a sí misma.
Se perdió tal vez.
Se marchó.
No sabe buscarse.
Alguien podía encontrarla
tirada en una acera,
colgada de los árboles,
rota como un escaparate,
entregada a un amor
empeñado en la cremallera de su falda,
en el broche de un sujetador de soles.
Pregunta la tarde por la tarde.
Estaba con ella cuando los cinco toros de la tarde,
cuando los cinco toros lorquianos.
A lo mejor un niño la entretuvo entre sus manos,
la montó en su caballo de cartón
y anda galopando por los ríos,
por la espalda de la lluvia,
a lomos del mar
hecha velero de luna.
Necesita la tarde de la tarde
para ser ella misma,
para parir la noche
para que  ame la carne a la carne entre las sábanas.
No hay estrellas sin atardeceres,
ni piernas abrazadas,
ni lenguas degustando la ternura,
ni manos dibujando las caderas
ni espaldas arqueadas por el peso de los besos.
Si alguien encuentra una tarde
que se la entregue a la tarde.
Es rubia y azul.
Desnuda.
Descalza.
Sólo un cíngulo de niebla

en la cintura del alma.

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