martes, 3 de marzo de 2015

NECESITABA QUERERLA





Necesitaba quererla. Tenía prisa. Lo iba repitiendo por los campos. Que se enteraran las amapolas abrazadas a los trigales, la luna apretando la noche, el agua a espaldas de los junco. Que lo supieran. Un cariño secreto escuece como una piel rasgada, abierta por un vaso roto, por el roce de una espina, por un alcohol de buena voluntad de madre tierna.

Ella lo sabía. Lo notaba en la forma de apretar mi cintura, de deslizar sus dedos entre mis dedos. Pero se tapaba los ojos y los labios y estrangulaba el beso cuando el beso  asomaba a la orilla de su lengua.

Deja que todo fluya, era su frase. Como  si el amor debiera amansar su fuerza de catarata. Ni siquiera es sexo, le repetía. Y ella, incisiva: es entonces un amor de beneficencia? No te grita tu sexo cuando mis muslos, mi vientre, mis pechos, mi cuello? Y me colocaba en la difícil tesitura. Ahogaba aquel grito que de verdad pronunciaba mi sexo cuando ella salía del agua y era toda ternura, relieve, volumen. Cuando su pelo rubio arqueaba su espalda, cuando las bocas mordían y la saliva ungía el beso y lo hacía sacramento del aire.

Deja que todo fluya. Yo hablaba con mi sangre para ponernos de acuerdo. Y mi sangre se preocupaba, pero no entendía. El corazón tiene prisas. Debe hacer un recorrido de corazón a corazón sin perderse en el camino. La sangre preguntaba cuando hacía un alto en los labios, en los ojos, en el sexo. Y yo le recordaba su mandamiento: deja que todo fluya. Y a veces era un vendaval la piel, y las caderas se hacían plaza sin sombra y el vientre una planicie donde reposan las manos cuando ya no les quedan caricias.

Necesitaba quererla. La luz se hacía ternura. Tenían cintura las sombras. Las rosas aprendían atardeceres. Las lunas eran lunas, las noches noches nocheras. Y Lorca ponía de perfil al viento e Ignacio Sánchez Mejía resucitaba a las cinco en punto de la tarde.

Hoy he llegado  hasta el umbral de sus ojos. Estaban llenos de margaritas azules. Caracolas con un mar resumido, abreviatura de inmensidad. Sus ojos, salvoconducto para su pelo. Lo acaricié.

Todo ha fluido. Estamos aquí, sin distancias, sin ausencias, sin lejanías. Llenos los bolsillos de aquellas recomendaciones que esperaban la fluidez del tiempo, la madurez del corazón como quien espera la madurez de las cerezas.

Estás. Estoy. Eres. Soy. Y nos amamos. Todo vive remansado, como en una caracola. Todo es presente. Todo eterno.


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