LA GRECIA QUE NOS PARIO
Todos nacimos allí. Todos venimos del hermoso útero de
Grecia. La patria libre de la palabra libre. Todos dueños de ella, amantes de
ella, creados y realizados en ella. Grecia, entonces. Mirando al futuro y
amamantando la libertad como aspiración humana última. Incluso alguna religión
funda en la palabra la redención del mundo. La palabra se encarnó y puso su
tienda de campaña entre nosotros. Y el dios del paraíso, el primitivo del
jardín aquel que perdimos porque alguien quiso superar a la palabra creadora.
Porque dios pronunció al mundo y el mundo surgió y se hizo y se constituyó en
mundo.
Hoy hacemos del hijo una apalabra y en esa palabra lo
fundamos. Ponemos nombre, que es como asignarle una palabra definitoria, fundarlo
como palabra. El ser humano es palabra. Y por palabra, libertad. No es el pan,
ni la carne, ni el aire lo que nos hace pensamiento, amor, pasión. Es la
libertad nuestra columna vertebral, la que nos mantiene de pie frente a todo y
todos. Cuando muere un esclavo los demás no enterramos un cadáver. Enterramos
libertad, aplastada, pero libertad.
Y en aquellas ágoras griegas se nos preñó la palabra
de libertad y nació la democracia, el derecho de todos, las alas para todos, la
esencia del existir humano. Y de allí venimos convirtiendo la libertad en la
más hermosa tarea del quehacer humano. Somos libres en la medida en que nos
trabajamos la libertad, en que la construimos por dentro y nos convertimos en
libertad.
Por eso los dictadores es lo primero que fusilan
contra las paredes de un cementerio blanco. Vistieron con clámide o polainas
brillantes, con lanzas o armas automáticas. La muerte también evoluciona. Hoy
visten elegancia y perfumes de alto standing. No usan flechas ni espadas
toledanas. Hoy se mata con el bolsillo
izquierdo de una chaqueta de Armani, con
una billetera ungida de Chanel. Y en el dinero las efigies de los asesinos que
se reúnen farisaicamente para luchar contra el terrorismo en París o Berlín.
Pero respaldados por entrenadores (la banca, los mercados, los inversores, los
fondos buitre) que derrotan las aspiraciones humanas con una descarga asesina
de billetes. Como los capos de siempre. Estos asesinos son educados, que se
tenga en cuenta la deuda de tal país y que le retuerzan el brazo hasta que lo
pague en dolor, en miseria, en pobreza. En ese País, dicen las pocas voces
honradas que quedan, tienen hambre los niños, la gente muere por falta de
medicación, se están volviendo analfabetos por carencia de educación, los
viejos estorban al PIB, se liquidan los enfermos terminales como en los campos
de concentración recientes, se les roba el techo a los pobres para enriquecer
la fauna de buitres, hay suicidios, personas que mueren de frío sobre el
asfalto nevado, jóvenes sin esperanza, mayores asqueados de recordar su pasado.
Por falta de cuidados, hasta la democracia está en la
UVI. La palabra está herida, cautiva. No es libre. La palabra está organizada
por estricto orden de deuda. Nadie tiene derecho a hablar mientras no haya
pagado las ataduras de su palabra creadora, inventora de espacios abiertos, de
ágoras como aquellas de entonces cuando las alas crecían en los árboles y los
filósofos eran pájaros abiertos, prójimos del quehacer de todos, con todos,
entre todos. Y a la palabra se le obliga a beber miedo, cicuta que explota en
las tripas, un miedo que deshumaniza, que pone en evidencia que el fuerte
muerde hasta la sangre al más débil, que la sangre cotiza en bolsa y que se
puede comprar porque está a bajo precio. Basta con que los países ricos hagan
el gesto de empuñar su billetera para que los pueblos sientan los dientes que
destapan el desprecio y dejan desgarrada la piel.
Y ahí están los países ricos disparando en la nuca a
las democracias. Los políticos ya no existen. Desfilaron uno a uno delante de
Merkel. Ya venían con el tiro en el pecho. Ella simplemente daba el tiro de
gracia.
Me desborda Grecia por su hermosura, por su historia,
por su aportación humana y humanizante. Pero la deuda, los mercados, la prima
de riesgo, los inversores, las agencias de calificación…Surge un gobierno del
pueblo. En las
urnas escrutaron
penas, desesperación, hambre,
miseria, abandono, desahucios, suicidios, pobreza energética. Y salió elegido
un gobierno con banderas de libertad, de pueblo, de voz subterránea, enterrada
por los importantes. Y se oyeron gritos que `proclamaban que la democracia
reside en el pueblo como nos enseñaron los griegos con sus etimologías.
Los señores importantes mandaron piquetes de
fusilamiento. Colocaron la democracia contra una pared, le vendaron los ojos y
resonó la voz del dinero: apunten, fuego. Metieron la palabra en una tumba de
campo y alguien disparó el tiro de gracias con una pistola brillante.
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