viernes, 3 de octubre de 2014

EXPLICARME




El mundo es  una pompa de jabón
flotando en el aliento de tu boca.
El tiempo no tiene
conciencia de sí mismo
y laten los minutos
por inercia de maquinaria suiza.
Me pregunto por la eterna pregunta
sobre el hombre y su muerte,
su finitud infinita
o ese dios con Blas de Otero al fondo
que nos ata y desata al dolor y la sangre,
la respuesta absurda de Dámaso Alonso
o la ternura de Angel González
Eran sólo los besos y la piel y la carne
-con diez y ocho años-
 el fin perseguido,
la respuesta a todas las preguntas.
Hoy tengo que explicar otras muchas cuestiones,
Explicar,  por ejemplo,  que la sangre
es el último semen  que compendia
la venganza humana sobre la propia humanidad.
No entender,  por ejemplo, que una mujer y un hombre
frente a frente,
desnudos como el mar,
empujando la ingles como empujan los montes
son más inmorales que una colección de armas,
de pistolas brillantes,
de fusiles telescópicos,
de cachas de nácar contra cachas de piel.
No entiendo para qué me sirve ser adulto
si tengo que responder, justificar,
admitir, asumir una madurez absurda
que subvierte valores
por encima de lo humano y del mundo.
Quiero regresar a los diez y ocho años
para no buscar explicaciones,
para abrazar la alegría de aquel cuerpo desnudo,
una espalda, unos pechos, unos muslos de trigo
y una boca que culmina en su cielo
para perderme sin camino de regreso.


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