miércoles, 17 de septiembre de 2014

RECORDAR



Recordar es pasar la vida por la memoria del corazón. Hoy quería recordarte, dejar que nuevamente habites ese nido, caliente entonces, frío hoy tal vez. Tenerte delante como eras, como seas hoy. Inventar tu luz en mi sombra para darle perfil al ayer que fuimos, que no sabemos si somos.

Quisiera saber si me recuerdas, si todavía me encuentras cuando bajas a la hondura de ti misma. Si alguna vez me has encontrado allí, donde tú eres únicamente tú, donde nadie más habita, sola en tu sola soledad.

Sabes?  He sonreído rehaciendo tu voz. Decía “te quiero”  como nadie lo ha dicho. Pedía “bésame”  como nadie lo ha pedido. Abrazaba envolvente como nadie  ha abrazado nunca. He sonreído, sólo sonreído, porque la sonrisa es la elegancia que precede al suspiro hondo de la melancolía.

No sé dónde vives. No sé en qué punto de tu historia estás. No sé si te besan, si te abrazan, si te quieren. Pero hoy, rehaciendo tu voz, clavándola en mi interior, puedo asegurarte que te beso como entonces, que te abrazo como entonces, que te quiero como entonces. Me empuja tu voz, la de los atardeceres junto al río, la de los amaneceres entre sábanas, lunas y gemidos.

Hoy quería recordarte. Mis manos se han llenado de tu espalda, de tus nalgas planetarias, de tu vientre ajardinado. He detectado el latido de tu sexo, de tu boca entreabierta ofreciendo su cielo, de tus ojos cerrados para guardar la intimidad del momento.

Te he recordado. Como eras antes de que de que el otoño fuera otoño, cuando el invierno chorreaba de los árboles, cuando todavía eras líquida como el canto de un mar en la arboleda.


Hoy quería recordarte. Conseguir que la memoria se recostara en el corazón. Y te he recordado. Quédate un rato. Vamos a brindar por lo que fuimos y ya no somos, por lo que somos y nunca fuimos. Quiero abrigarme el alma con tu voz, ahora que me anochecen las fuerzas. Vamos a besarnos. Me acuerdo de tus labios y quiero  cuando muera que me entierren en el cielo de tu boca.

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