martes, 16 de septiembre de 2014

DESPEDIDA



Tengo que aprender a despedirme,
a vaciarme de ríos poco a poco
para que se acostumbren a ser mar.
Tengo que cerrar las lunas
por fin de temporada.
Están mayores las estrellas
y les duelen la luz
de tanto tiempo vivido.
Necesitaba Machado
un equipaje ligero,
tal vez unos pañuelos
para colgarlos del viento
y que vayan diciendo adiós por las esquinas.
No es fácil despedirse,
sentir el vértigo de una soledad infinita,
el frío de las ausencias clavadas
para siempre en las manos,
sin tu piel, sin tus pechos,
sin el perfil de tu beso entre mis labios.
Te siento como si fueras
mi espalda,
la que no veré nunca.
A lo mejor olvido poco a poco tus ojos,
el color de tu risa,
la desnudez de tu voz
cuando pronuncia mi nombre.
Cántale nanas a las flores
para que acunen mi sueño,
nanas de pan y cebolla
para que sacien el hambre que sentiré de tu carne.
Déjame un manojo de caricias
cada domingo por la tarde
como cuando el río,
la hierba
los cuerpos rodando
cuando atardecía por tus montes.

Tengo que aprender a despedirme.

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