sábado, 26 de abril de 2014

ERAS TIEMPO


Nos habíamos amado muchas noches. Tiraba la chaqueta en cualquier parte y ella me aflojaba la corbata maltratándola. Casi arrancaba la camisa. Yo desataba el nudo de su batín  rojo y aspiraba el perfume de su carne. Y anudando besos fundíamos los cuerpos. Satélite de su piel mi piel, planetaria ella. Esféricas sus nalgas, sus pechos ordenados, encajados en mis manos de locura. Nos habíamos amado muchas veces.

Después vino el tiempo, la vida, la distancia. El ayer se hizo ayer, ausencia, recuerdo. El olvido es tal vez una defensa, una muralla, un río ancho. Y cada uno en su orilla es lo que puede ser, lo que las circunstancias, lo irrenunciable,
lo que se topa como un monte encontrado de repente.

Tal vez nos ignoramos. Tal vez nos enterramos. Tal vez nos hundimos deliberadamente, incapaces de asumir el pasado, de inyectarle vida para que el hoy sea hoy, asumiendo el sudor del tiempo. Y no sabía si estaba viva porque incluso ignoraba si estaba vivo yo.

Hoy nos hemos encontrado donde se encuentran todos los que nunca se encuentran. En la barra de un bar. Café sin azúcar, ella. Con leche, yo. Nos hemos besado como si nos presentara la vida por primera vez. Un paseo. Los brazos cruzados ella. Las manos en los bolsillos yo. Como no sabiendo qué hacer con la casualidad.

Nada fue igual en su casa. No tiré la chaqueta. No me arrancó la camisa. No tenía un batín de seda roja. Noté en su espalda que no llevaba sujetador. No estaban sus pechos debajo de la blusa. No estaban sus muslos debajo de la falda. No había aquel vientre soñado colgado de sus caderas. Ella no estaba dentro de sí misma. Era sólo un vacío  de sí misma.

Fui sólo tiempo para ti, me dijo. Hiciste el amor con un pasado. Fui un hueco entre tus manos. Soy tu ayer. Estoy vacía porque el ayer no existe. Porque guardaste mis besos en un reloj, mis caricias en un minutero amargo, ataste mi vientre con una correa desechable. Puedes quedarte mis labios como un recuerdo inexistente.


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