viernes, 10 de enero de 2014

LLANTO


He olvidado el llanto.
Se ha secado el olvido,
la sangre salada,
esa médula amarga de naranja
que rodaba como un resumen del mundo.
Tengo las penas estériles
retorcidas,
austeras
como un olivo.
Se me niega el llanto
que humedece los labios
que alivia esa vida terminal,
que besa la muerte
agrietada,
cuarteada.
Necesito llorar
sobre mi propia tumba,
imitar el rocío que perfuma
las rosas que me deja la luna.
Necesito asumir
la soledad que implica
carecer de recuerdos.
de caricias,
de besos.
Necesito el llanto
para mojar la tierra que me envuelve,
el áspero sudario,
herencia única,
última
de haber sido hombre.
Ponme un llanto entre las manos
para tocar el adiós,
para hundirme en la sombra
dura como piedra
para aprender a ser

olvido, sólo olvido.

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