sábado, 28 de diciembre de 2013

Y SI ME OLVIDO



No quiero olvidarme de los atardeceres,
de los ríos azules boca arriba
como un arco iris
recostado en la hierba.
A veces se desangra la memoria
y no sé buscar el nombre de las cosas.
No sé por qué se llama viento el viento
y estrellas las estrellas.
No logro pronunciarte
cuando beso el recuerdo
desnudo de ti,
confiado
como un sueño esperado,
necesario
para encontrarnos dentro de una luna pequeña,
de una cabaña de luz,
refugiados de la lluvia
que disuelve las huellas.
No quiero olvidar aquellas noches
amenazadas de distancias,
de despedidas,
de pañuelos que marcaban
el final de los labios.
Y la soledad después,
doblando la piel para guardarla
en el orden que impone la hipocresía de las leyes.
La desnudez era más que la entrega del tacto.
Era la rebelión contra el orden establecido,
la anarquía contra  códigos asfixiantes,
la insurrección contra decálogos
que le ponen al amor camisas de fuerzas,
crucifixiones estáticas.
 Odiábamos las sábanas planchadas.
Banderas eran, queríamos,
desorden trenzado entre las piernas
para que las bocas fueran buscadoras de bocas
y las manos tocaran los ríos de los cuerpo.
No quiero olvidarme.
Pero a lo mejor me olvido
por imperativo legal.
Y nos haremos viejos
como los libros viejos,
marrones de cansancio,
de hastío,
de muerte presentida,
deseada,
asumible,
implorada.
A lo mejor no somos necesarios
y es el olvido la anestesia imprescindible
para aceptar la nada
y ser tiempo sin tiempo.


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