miércoles, 2 de octubre de 2013

DIOS TIENE BOLSILLOS



Creo que fue por dos mil diez. Han pasado tantas miserias desde entonces que se pierde la memoria de la cercanía temporal y uno siente la tentación de alejar las fechas y decir que hace mucho tiempo. Pero fue hace un rato, sólo un rato: en dos mil diez. A Zapatero le estalló la crisis en los ojos y lo dejó tan ciego que nunca entendió que era una crisis. Acudió al diccionario de seudónimos y llamó de cualquier forma a la situación económica. Después vinieron los visionarios, los de mirada primaveral y brotes verdes. Todo estaba a punto para regresar al paraíso del que nos habían expulsado las hipotecas basura. De nuevo volveríamos a casa, a sentir la caricia de la calefacción, la ternura de las alfombras y la cintura de la noche en la cama matrimonial.

La oposición no vivía en el país y por eso no supo de la existencia de la crisis. Montoro dijo aquello de que a España había que dejarla caer porque ellos la levantarían. Pero seguro que lo de Montoro también correspondía a una buena voluntad de servicio y había que perdonarle la reflexión porque él sabe sonreír como nadie mientras te clava un puñal. Y llegaron con la inocencia de Pons, María Dolores, Mato, Wert y sobre todo con la decisión de no doblegarse ante Europa, ni ante Merkel, ni ante el FMI, de Marianos Rajoy, con Bárcenas en la mochila, Bárcenas protegido, dándole ánimos por si no le llegaba el dinero para pagar la luz, el teléfono, los donuts, porque la vida es sufrimiento pero después llega el cielo, que lo decía Rouco, y sentarse a la derecha de Obama-Padre, que lo decía Rouco, y los milagros de la Blanca Paloma, que lo decía Rouco-Báñez ex cátedra.

Mariano también emprendió una cruzada contra los comunistas feos que tachan a Edurne de vestir de Gucci, que no tienen costumbres de jaguar, o que no entienden que el dolor es un negocio sin explotar. Y para bendecir esa cruzada anticomunista se incluía a la Jerarquía católica. Como entonces, cuando Franco. Como entonces, cuando Felipe y Calvo Sotelo y Aznar y Zapatero. Porque todos se colocaron mitras puntiagudas y se apoyaron en báculos como lanzas.

Gallardón empujó a la mujer los rincones de la historia donde siempre la había mantenido un cristianismo misógino, porque la mujer sólo lo es plenamente si es madre y las demás llevan manzanas en los pechos y serpientes en la entrepierna para perder al varón y sacarlo del edén del paraíso. Y ese servicio hay que pagarlo porque la mujer es un peligro en sí misma, que ya lo dijo Pasionaria y Bibiana Aido y hasta algunos hombres  (no confundir con machos) que pensaban que la mujer era un misterio insondable de grandeza. Y sí, ese servicio de Rouco Sociedad Anónima había que premiarlo por su constancia histórica.

Fue contra una pared como en otros tiempos. Se le vendaron los ojos a la sanidad, la educación, la dependencia, los desempleados, los desahuciados, los pensionistas. Iba repleto el camión del paseíllo al amanecer. Y se disparó por puro patriotismo, como en otros tiempos. Y llegó el tiro de gracia con indulgencia plenaria y bendición de su santidad. Y rodaron por el suelo el dolor-mercancía, el hambre-contenedor, la abuela-puchero con cuatrocientos euros al mes, el enfisema-daxas porque el aire tenía un precio, los cartones-manta porque las viviendas son propiedad de los bancos.

Pero allí estaba Franco-Suárez-Felipe-Leopoldo-José María-José Luis. Todos juntos, luchando, ejerciendo de exorcistas para ahuyentar hordas judeo-masónicas con la inestimable ayuda de los Obispos. Porque nadie se atrevió a decirle a la Iglesia que el pecado era un problema de su conciencia, no de la nuestra. Que masturbarse no implica ceguera, que el encuentro sublime hombre-mujer es un placer hormonal que nada tiene que ver con el explícito poder de la procreación, que a los niños hay que inyectarles ciudadanía por encima de servidumbres, que las rosas quieres ser laicas y que los claveles no son un milagro inexplicable sino el resultado de unas semillas, y que las células madres salvan vidas porque los científicos se han empeñado en investigar, y que la muerte debe ser una despedida placentera del tiempo y no una decisión divina, y que la historia es la hechura del hombre y no el resultado de un designio divino…


Por eso nadie se explica que la Jerarquía católica siga recibiendo millones de euros mensuales como si los bolsillos de Dios no tuvieran fondos. Y a lo mejor ni siquiera Dios tiene nada que ver con el Concordato. A lo mejor sólo es cuestión de mitras puntiagudas y báculos como lanzas.

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