sábado, 14 de septiembre de 2013

MAYORIA ABSOLUTA



Los partidos políticos aspiran siempre a obtener mayorías absolutas al pretender gobernar un país. Argumentan siempre, que en su afán de servir a la ciudadanía, esa mayoría les permite abordar su propio programa electoral sin que la oposición apriete el freno y prohíba el avance de las mejoras que están dispuestos a aportar. Las campañas no sólo piden el voto, sino el voto mayoritario. Un Parlamento dividido entre varias opciones, argumentan,  conlleva  una disgregación de fuerzas y  una demora en la consecución de proyectos para la comunidad.

La aspiración a la obtención de mayorías absoluta basada en el interés ciudadano, esconde el ansia de dominio sin estorbo en la toma de decisiones. Cada partido se siente mesías salvador, redentor de los pecados cometido por sus antecesores, crucificado por herencias recibidas, sobre las cuales debe ponerse de pie y conjurar una resurrección que ilumine el futuro del pueblo. En el fondo la aspiración a la mayoría guarda un dictadura venial, pero dictadura, para que nadie pueda oponerse en derecho a lo que cada partido pretende implantar.

Pero lo que cada partido quiere imponer a sus ciudadanos, ¿responde a los deseos reales de éstos? Cuando los partidos llegan al poder, traicionan con frecuencia los programas electorales plenos de promesas de mejora y se instalan en su propia ideología dando la espalda de manera descarada a lo que los ciudadanos votaron con la esperanza de un cumplimiento que llevaría a un cambio de rumbo que pondría al país en las coordenadas del bienestar perdido. Tenemos el ejemplo reciente del programa electoral del Partido Popular, incumplido hasta la desfachatez. Ni creación de empleo, ni defensa de la sanidad, la educación, las pensiones, el desempleo, ni la bajada de impuestos, ni defensa de la mujer maltratada, ni nada de nada. Se hundieron en la desvergüenza el propio Rajoy, Pons, Floriano, Montoro, Soraya y toda la corte que seguían a su presidente (lo del liderazgo de D. Mariano ni está demostrado ni se demostrará) y refugiados en una herencia recibida y absurdamente ignorada, imponen un cambio de sociedad refugiados en la crisis porque sienten la vergüenza de proclamar un cambio fundamentado en el capitalismo más denigrante. Y entonces llaman reforma laboral al despido libre y a la emigración de talentos movilidad exterior. Si se desconocía la situación económica de Europa y de nuestro país, no se estaba en condiciones de aspirar a gobernar ni a prometer lo que no se sabía si se podría cumplir. Y si se conocía (y claro que se conocía) ni se podían refugiar en la herencia recibida ni se podía caer en la prevaricación de prometer lo que de antemano estaba claro que no se podría cumplir.

España es la escombrera de lo que fue. Está arrinconada en el desguace más humillante de la democracia. Hay hambre, niños desnutridos, gente buscando comida en los contenedores, enfermos contra la tapia del dolor con el tiro de gracia de la desatención,  estudiantes expulsados de la universidad por falta de dinero, jubilados cobrando por debajo de lo ahorrado porque se les ha robado parte del dinero cotizado, disyuntiva entre medicación y el arroz hervido, tristeza de plomo en los ojos, futuro convertido en porvenir de tiempo muerto.

Y el Parlamento copado por una mayoría absoluta que mira por encima del hombro a quienes en la oposición exigen transparencia, comparecencias del presidente, corrección a chulerías baratas de Wert, seriedad a las sonrisas de hiena de Montoro, honradez a las carcajadas estúpidas de Báñez, fluidez de palabra (no digamos de ideas) de Ana Mato. Y la niña Fabra gestualmente alegre con que se jodan los parados, y Alonso portavoz restregando mayorías, y Gallardón repartiendo carnets de dignidad a las mujeres…Mayorías absolutas.

Esas mayorías del gobierno que las tenga ignoran que sólo el pueblo es siempre el depositario de la mayoría absoluta e indiscutible. Y olvidan que quien gobierna contra la calle lo hace de manera dictatorial. Hubo un tiempo en que la dictadura vivía en El Pardo y tenía cachas de pistola y botas abrillantadas acostumbradas a pisar cadáveres y  derechos. Pero también desde la Moncloa se puede disparar contra la multitud y ejecutar derechos fundamentales. Allí se visten trajes de alpaca y mocasines italianos. Y se dispara con B.O.E. que es más elegante.

La democracia es la toma de conciencia del pueblo sobre sí mismo, sobre su destino, su futuro, sus aspiraciones, su libertad, su historia. Y quien usurpa esa conciencia, escondido en los sacos terreros de una mayoría, está ejerciendo una dictadura, bien vista, pero dictadura.

Desde esa mayoría absoluta que sólo el pueblo posee, puede y debe la ciudadanía rebelarse contra dictaduras de cuello blanco.


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