domingo, 13 de enero de 2013


ESPAÑA POR AMOR DE DIOS




España está a las puertas de una iglesia. Sucia, hambrienta, borracha. Rodeada de colillas, don simón acuoso y un perro con el estómago colgado del costillar. España desnuda de Lorca, de Dámaso Alonso, de Juan Ramón. España repudiada de gótico, románico, alhambras y mezquitas. Sin Sevilla de giraldas, sin Granada de generalifes, sin Galicia de rías y Asturias de sangre verde. Desnuda España de España. Ella sin ella. Hueca. Vacía. Sin andamio interior donde apoyar su historia.

Comedores llenos de hambre. Estómagos en fila. El frío de luna acumulado en los huesos. Frío sobre frío y frío. De noche de aceras, de cajero con cartones, de puentes con restos de desahucios. Niños de mocos helados. Mujeres sin muslos para maridos en paro. Viejos hartos de ser viejos, con la muerte deseada en las esquinas. Enfermos sin el gelocatil para el reuma empedernido. Dependientes con muletas de madera, como en el tiempo aquel, con pensión de guerra recién terminada en los cincuenta. Antes de Suárez, de Felipe, cuando España era un coto de caza contra el rojerío, con tiros de gracia en las tapias y la bendición de su santidad en las esquelas. Con el hambre de equipaje, como único equipaje. Chocolate a veces los domingos. Pollo a veces los domingos. Mujeres de luto eterno, piernas cerradas para siempre porque no quedan machos que fecunden, porque no hay unos labios donde posar los labios, porque no hay unas manos para pechos olvidados.

Abuelos sacados de sus residencias de ancianos para hacerle papillas al churumbel de dos años, para el caldo de algarrobas, para el pan duro tostado y sin aceite. Abuelos con sesenta años de guadañas cotizadas, de espigas adolescentes, de aceitunas rebuscadas en las fincas del señorito, de patatas arrancadas a escondidas, de guardias civiles con capote y a caballo esposando a los ladrones de sandías, a lutes que caminaban o reventaban. Abuelos de cuatrocientos euros para repartir entre treinta día del mes, entre seis bocas de familia.

España de un ahora que es de ayer, de un entonces que parecía olvidado, de un pasado resucitado en Cuelgamuros. Como cuando el racionamiento, las cartillas, el estraperlo. Como la España que cuentan los que cuentan que hubo una guerra, una santa cruzada, bendecida urbi et orbe, cuando los comunistas eran tan comunistas que hasta Dios ayudaba porque Dios era de derecha y sostenía el palio.

Hemos vuelto al hambre, a la beneficencia, a la caridad vicaria de la justicia, al obrero esclavo, al despido caprichoso, a la indemnización-limosna, a los derechos tronchados, la  libre expresión encauzada,  la huelga “modulada” al andamio como precipicio, al chantaje de seiscientos euros si quieres y si no los querrá otro, al miedo como herramienta de dominio, a la juventud sometida porque menos da una piedra, a la calle como infierno arrinconado porque las colas del hambre harán lo que yo quiera que para eso tengo el dinero.

Y en esas estamos. España como aquella España  que cuentan, que creíamos enterrada, sepultada para siempre por la sierra madrileña. El entonces hecho presente, aquí, ahora. Sin esperanza, sin futuro. Con desesperados a millones, con juventud sin mañana, con maletas otra vez camino de Alemania, a engordar los mercados, a ser camareros de primas de riesgo, a limpiar los zapatos a la banca, a sacarle brillo a las farolas de Bruselas.

La historia no se repite, se vomita. Y se esparce el asco por la vida. Y nadie sabe cuánto tiempo manchado queda hasta que vuelva si vuelve la alegría, la esperanza, las ansias de vivir.

España a las puertas de una iglesia. España por amor de Dios.



1 comentario:

pcjamilena dijo...

Y para que no falte de nada; también está la otra España, la corrupta, defraudadora, la que goza de privilegios “merecidísimos” por ser lo que son.... “los más listos”.Y todo a la vista de todos, con publicidad y alevosía. Hay demasiada gente callada, y no me refiero al pueblo llano. No sé si es miedo o cobardía. El caso es que hay demasiados silencios ¿Hasta cuando estaremos dispuestos a aguantar?

Es tarea de todos, amigo Rafael... un abrazo.