lunes, 2 de mayo de 2011

EL M.A.R. TIENE CORBATA

El Dr. Luis Montes ejercía la medicina en el Hospital de Leganés. En el servicio de urgencias concretamente. Manuel Lamela, exconsejero de sanidad de la comunidad de Madrid, bajo la sombra siempre alargada de Esperanza Aguirre, lo acusó del asesinato de cuatrocientos enfermos terminales. El Dr. Montes se dedicaba así a aplicar la eutanasia bajo su propio criterio, sin el consentimiento de las familias y sin un testamento vital previo de las víctimas. Los hechos pertenecen a 2.005. El caso fue sobreseído en 2.007 por los tribunales y corroborado en 2.008 por la Audiencia Provincial.

Uno sabe de urgencias hospitalarias, de noches largas como cipreses, de almohadas blancas entre paredes de sombra, de manos de latex auscultando pulmones grises de tabaco. Uno sabe de la contradicción vital de anhelar que alguien te ayude a dar el paso definitivo al mismo tiempo que le imploras más vida a la vida. Lágrimas y sudor por la fachada del alma.

El Dr. Montes va por la vida como le da la gana ir por la vida. Bata blanca de urgencias, barba blanca de siempre, sin corbata de siempre, un tanto encorvado de dorlosis, ahora más porque la vida pesa, porque las acusaciones pesan, porque las calumnias pesan. Manos en los bolsillos porque alguien desde Lamela a Miguel Angel Rodríguez le han cortado los soportes vitales, porque El Mundo de Pedro J. le ha llamado Dr. Muerte. Por ahí va este hombre bueno, misericordioso con el dolor, comprensivo con lo humano, dolorido con la muerte inevitable. La muerte es una derrota, un fracaso humano, científico, existencial.

Cuesta pensar en la contradicción que encierra cierta prensa y ciertos tertulianos televisivos exigiendo a los demás un respeto a las sentencias judiciales como esencia de un estado de derecho y el desprecio que demuestran cuando esas sentencias ponen de manifiesto la intención turbia de quien ha sostenido una postura contraria. Nadie de los que acusaron al Dr. Montes de asesino, de nazi, de poner en vigencia el sistema de exterminio de Hitler ha tenido la valentía de pedir perdón por masacrar la persona que ha ejercido su tarea médica con responsabilidad, con misericordia, con empatía. Ni El Mundo ni ciertos presentadores por todos conocidos han tenido esa gallardía. Que nadie se extrañe. Hay quienes sólo saben escupir.

Caso aparte es Miguel Angel Rodríguez. El fallo de los tribunales le obliga a indemnizar con una multa irrisoria. M.A.R. fue secretario de estado de comunicación del Gobierno de Aznar y portavoz de su gobierno. Criado políticamente por D. José María y Dña. Ana Botella, dieron a luz a este aborto de la palabra. Ahora va por ahí, mendigando un plasma, sea Antena 3, Intereconomía u otros donde dejar sus vómitos indigestos para cualquier televidente con un mínimo de honestidad. Nazi, nazi, nazi repetía con el odio de quien es incapaz de algún pensamiento noble.

Ahora, cuando la Justicia le obliga a digerir su propia bilis, expele un argumento en su defensa: Me han condenado por in educadamente vestido con traje y corbata, y no hecho un harapiento como el querellante. En adelante ya sé cómo tengo que acudir a un tribunal: con los pantalones cagados.

M.A.R. tiene corbata. Lo que le falta es conciencia humana.




5 comentarios:

Schabtai dijo...

Y sentido del ridículo, aunque se pueden añadir muchas más cosas.
Claro que la falta de conciencia humana es lo suficiente mente grande e importante como para no tenerle que decir que además es un: un idiota.
Según la etimología de la palabra "idiota" define a su persona perfectamente...Que curiosamente sirve para su origen griego tanto como para lo que estamos viendo actualmente.
Un saludo.

pcjamilena dijo...

Este Miguel Ángel, de sonrisa cínica y de nula gracia, al que le falta en su epidermis poros suficientes para evacuar el odio acumulado. Desde que se truncó su carrera política. Va, de plató en plató con sus frases hechas: “queremos saber la verdad”, “Nazi” y “A sus órdenes mi coronel”.No tiene otros argumentos.

Un saludo amigo Rafael.

dolmonamor/ María Dolores Amorós dijo...

Hasta para los títulos de tus artículos eres extraordinariamente imaginativo, querido amigo y maestro.

¡Y es que tienes tanta razón...!

Lamela, a las órdenes de Esperanza Cristo Rey, arruinó la vida profesional del Dr. Montes. Pero su dignidad y profesionalidad están intactas para todos aquellos que, como tú, nos hemos visto arrastrados por los hostitales llevando la cruz del dolor de nuestros seres queridos y, alguna que otra vez, también el propio.

M.A.R., cuando se ha colado en mi casa por descuido mío, manifiesta un gesto pedigüeño y esa voz, sin fuerza viril, todo propio del tipejo echado de casa por sus padres adoptivos -como bien dices-, doña Ana, prendada de un bigote pleno y engomado por la pastuqui de los valencianos, y de un siempre estreñido Jose Mari, cuya bilis es todavía más concentrada que la del huérfano con corbata.
Mi enhorabuena, como siempre, bonico mío.

Un beso.

María Romero dijo...

M.A.R. es el reflejo puro y duro de la miseria más mezquina que pueda alcanzar el ser humano. Desgraciadamente hay muchos como él. Demasiados.

Red Kite dijo...

Es que si M.A.R. tuviera conciencia humana, tendría conciencia de sí mismo. Y eso sería terrible para él. En casos perdidos como el suyo, es mejor hablar y no pensar. Así se tiene la disculpa de la espontaneidad. Ya lo decía Machado (el otro, el del sable del caudillo):«... el M.A.R., el M.A.R., y no pensar en nada».