sábado, 23 de octubre de 2010

EL GUERRERO DEL ANTIFAZ

El mundo tiene una historia bronca. Llega hasta el presente saltando de guerra en guerra. Emperadores, Reyes, gobernantes de todos los tiempos son admirados sobre todo por su ansias de poder, sus enfrentamientos, sus conquistas bélicas. Así se han ido forjando las naciones orgullosas hoy de un ayer de sangre. Banderas, armas de fuego o primitivos utillajes de matanzas son reliquias que pueblan los museos militares. Aunque es verdad que las guerras han ido también degenerando. De la lucha por el honor, por la conquista de una dama, por la gloria del imperio, se han convertido en negocios que cotizan en bolsa. De altivez y arrogancia a dominio del petróleo, de quijada de burro en aquella primera guerra civil a bombas de racimo, a armas bacteriológicas que siembran plagas para la destrucción de seres vivos y que proporcionan caviar y langosta a los honorables y auténticos señores de la guerra. De estas hazañas está orgullosa la humanidad en su conjunto y cada país en particular.

España camina con la mochila llena de guerras y la consiguiente vanidad de haber ganado muchas. Orgullo negro diría, porque siempre se gana sobre la tumba de enemigos. Toda guerra es civil y fratricida. Batalla a batalla, los vencedores del 36 sembraron de sangre una España desangrada, ultrajada, vencida y fusilada contra las tapias blancas de los amaneceres. Se nos truncó la esperanza, de luto la libertad, pañuelo negro las novias por agostos agostados. Se murieron de pena los poetas, de balas entre las cejas, de tisis los migueles de Orihuela. Son ásperas las guerras que estercolan la tierra de mortajas y palabras heridas de metralla.

Siempre quedan batallas para adornar solapas de césares espúreos. Persisten las recámaras cargadas, los cisneros altivos demostrando poderes, imperios presididos por pechos descubiertos. Dos mil dos. Moro africano invasor. Perejil paraíso. Reducto de valores de occidente. Territorio de cruz sin media luna. Edén redimido rojo y gualda. Medalla española condecorando el mar. Pero el moro africano invasor. Fusiles hasta tres asomando por las chilabas blancas. Moro conquistador, enviando por delante tanques de cabras negras para abrir el camino, usurpando el imperio diminuto de Perejil hermoso. Y la España sufriente, dispuesta a verter nuevamente la sangre legionaria y novia de la muerte, reconquistando el mundo si hace falta, reimplantando pendones imperiales. Por las venas de Aznar gritaron Pizarro, Hernán Cortés, el Cid y Carlos V. “Al alba, y con un tiempo duro con viento de levante…” Parte de guerra Federico-yak-42. Fue el fruto de una noche, como si de un amor puberal se tratara. “Esa noche la recuerdo con mucha emoción, fue de guante blanco” ha dicho Ana Botella, emperatriz de medio ambiente, concejala hoy y alcaldesa en los adentros de electorales designios. José María-caudillo no estaba dispuesto a rendirse ante tres-moros-tres y una cabra. “Mi marido me dijo: “Si la operación fracasa, yo dimito mañana por la mañana” “Esa noche la recuerdo de mucha emoción, fue de guante blanco y, desde el punto de vista militar, un éxito", Lo guarda en la intimidad Botella orgullosa de gallardía marital. "De las veces que realmente estuvimos contentos, contentos, contentos".

La historia nuevamente ornamentando pechos invencibles. Las cabras deportadas al asador de Cándido en Segovia. Los moros invasores sorprendidos durmiendo, condenados a vigilia perpetua. Aznar ofrendó su tizona gloriosa a la Almudena y Dña. Ana permaneció contenta, contenta, contenta para siempre.


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