miércoles, 11 de agosto de 2010

AQUEL COCHE SUBVERSIVO

Subversión. Era todo subversión. Cuando los astilleros, cuando los mineros era otra cosa: hordas judeo-masónicas. Disparaba la policía al aire y morían tres obreros o un estudiante. Así lo afirmaba el “parte” radiofónico de las catorce treinta o la televisión blanco y negro. Como si los obreros o los estudiantes fuéramos seres voladores, pájaros amotinados para destruir el régimen. Nunca entendí la diferencia entre subversión y horda-judeo-masónica. Tal vez fuera el equivalente a milicia universitaria y mili chusquera. Cuestión de clases, de billetera, de padre-camisa-azul y madre-sección-femenina-misa-de-doce.

Fue una mañana de abril. Somosaguas. Primavera instalada, reventona de día veinticinco. Claveles en la solapa como testigos de libertades soñadas. Los Grises por el asfalto. Casco gris. Gris uniforme. Hasta los caballos grises. Isabelita hermosa de Alcobendas. María José pitiminí de Bravo Murillo. Elegantes escoltas de mis brazos. Camino de mi coche. “Es aquel 850 rojo” le dije a una policía grande como un monte. ¿Y por qué tienes un coche rojo? Perdimos los claveles en la huída. Los pisó el policía con botas de cemento.

Todo era subversión y hordas judeo-masónicas. Rojerío, puro rojerío ácrata, desestabilizador, infectos de comunismo. Ateos en pecado, copuladores por Rosales nocturnos destinados al infierno por Monseñor Morcillo, arzobispo de la Puerta de Alcalá, capa muaré, pectoral réplica del Valle de los Caídos.

Exigíamos trabajo, libertad, posibilidad de sindicación. Había encierros, en Iglesias sobre todo. El régimen tan católico, apostólico y romano respetaba los lugares sagrados. Hasta que el párroco se cansaba del olor de los “jergones”, de las mantas, del sudor de los monos con tortilla. Y se acababa el respeto. Se escondía el “santísimo” para que Dios no viera las balas por el aire y los palos por el cuerpo. Se desalojó la Iglesia: un muerto, diez heridos, algunos detenidos y fugado el que pudo a su escondite. La huelga estaba prohibida por los desórdenes que ocasionaba, porque se enfrentaba a un caudillo-por-la-gracia-de-Dios y porque nunca estaba avalada por la verticalidad sindical de Utrera o Ramallo.

Y en estas llega Montoso. Permite que se celebre la huelga prevista para el 29 de setiembre. Pero hay que erradicarlas de una vez “porque no tienen sentido y son decimonónicas” ”Las huelgas, dice Montero, son muy vistosas, pero son una ruina para el país. Si lo que quieren decir los sindicatos es que no les gusta este Gobierno, pues que lo digan, pero que no paren un país” Está claro. Los sindicatos deberían afiliarse al Partido Popular para oponerse a todo lo que huela a decisión gubernamental. No al estatut, al aborto, a la prohibición de los toros, a los matrimonios homosexuales. Sería hermoso ver a Fernández Toxo, a Cándido Méndez junto a Aznar, Rajoy, Isabel San Sebastián, Cospedal, Alcaraz en ocasiones, del brazo como entonces María José, Isabelita y yo camino de un 850 rojo. Con los antidisturbios pisándoles el aliento. Con disparos al aire. Detenidos Camps, Valcárcel y Feijóo. Por antisistemas, ácratas, copuladores nocturnos en Rosales. Sin muertos porque estamos en una democracia, en un estado de derecho, aunque haya que suprimir de una vez la vistosidad de las huelgas.

Isabelita la bella tendrá unos hijos morenos. María José ejercerá una cátedra pitiminí. El artículo 4 del estatuto de los Trabajadores y mi SEAT 850, rojo y subversivo, se fueron al desguace. Montoro aprovechó los repuestos para poner en funcionamiento a los Utreras Malinas, los Ramallos y construir elegantes sindicatos verticales.




3 comentarios:

Queralt. dijo...

Madre mía... qué cosas nos cuentas... podría parecer que nada ha cambiado... ¿será verdad? jejeje, vamos a reirnos un poquito Rafael, que al menos la alegria no nos la pueden quitar.
Por cierto, estoy segura de que, en aquellos horrorosos tiempos, tu coche no era rojo sino colorado... jejeje, al menos a nosotros no se nos permitía pronunciar la palabra "rojo" o "roja" ni tampoco la palabra "muslo" así que, los domingos lo que nos ponían las madres en el plato era una "pata" de pollo. Había más palabras prohibidas pero ya sólo recuerdo ésas.
Bueno, te dejo mil besos de cereza, para cada uno de tus recuerdos trites.

Queralt.

Megapureta dijo...

A veces da la impresión de que poca cosa ha cambiado desde aquellos tiempos, pero no es verdad, la gente luchó mucho y muy duro en aquellos tiempos difíciles para que las cosas cambiaran, lucho para que nosotros tuviesemos muchos más derechos de los que ellos tuvieron nunca y lo consiguieron; pero por desgracia, a día de hoy hemos perdido gran parte de ellos. Culpamos de ello a los políticos y es verdad, tienen parte de culpa, pero a mi manera de ver, los máximos culpables somos nosotros mismos que gracias a nuestra dejadez y apatía, hemos dejado que nos los arrebataran y si les seguimos dejando, todo lo conseguido en años de dura lucha social, se perderá para siempre. Muy bueno tu blog, un saludo.

dolmonamor/ María Dolores Amorós dijo...

Amigo Rafael, aunque mis recuerdos son, quizá, algo más recientes que los tuyos, también tengo en mi memoria a aquellos bestias grises, que, a caballo, osaban entrar en la Universidad y nos insultaban "putas", "maricones", porra en ristre e intentando molernos a palos. Yo sufrí una de estas agresiones en mi hombro izquierdo, que estuvo contusionado casi dos semanas; y justo ese día salía de clase sin saber qué estaba sucediendo fuera del aula.
Y los sociales, que, por mucho que los tuviéramos "fichados", siempre acababan sorprendiéndonos en algún paseo verpertino con aquello de "sé dónde vives, vete con cuidado".

En nosotros está el procurar que aquello no se repita, y eso sólo podemos conseguirlo si no bajamos la guardia y seguimos luchando por nuestros derechos.

Mis cariñosos respetos por ti y por tu magnífico blog, Rafael.
Mª Dolores Amorós.