sábado, 6 de diciembre de 2008

CHARCOS DE ESPERANZA

Por la India andaba la Señora. Presidenta presidiendo. Liderando entre dioses morenos, entre pieles morenas con turbantes de imposible equilibrio. Por la India, la Señora. Vertical y elegante, con el Ganges-foulard en la garganta. Señora-armani de tacones-Manolo.

Le crujió el terrorismo en las espaldas, la muerte en los pasillos de majestad y mármol. La muerte siempre oscura, abierta y antropófaga. La sangre se hizo charco en las venas moradas de las piedras.

Bombas abiertas. Hotel-paritorio de hombres muertos, de mujeres llorando hijos perdidos, de bedeles sonrientes de maletas y propinas. Esperanza-estilo. Tendencia-Esperanza. El terror empujando al mundo. Occidente asustado. Temblor de eternos valores. Miedo de negros cuajarones.

Se le encharcó a Esperanza la esperanza. Y huyó. Apretando el miedo, amando el miedo. Coartada estática y dinámica. Ecuación contradictoria. Amando y odiando el miedo. Apretándolo. Y huyó. De puntillas sobre la sangre. Apartando balas rebotadas. Con la muerte posible en la cintura, con tacones-Manolo, con medias perfumadas de chanel.

Hablaba con Sor Isabel Martín. Alma pontificia ella. Sor Maravillas india. Sin foto colgada en el Congreso. Decorando la vida de Bono-Presidente. Por eso el milagro. Mientras, las granadas. Abriendo boquetes en la carne, haciéndose camino entre bedeles, maletas y propinas. Se olvidó de Sor Isabel-Maravillas. Nadie la ha identificado. A lo mejor anda por la morgue buscando dioses muertos. Esperanza volaba hacia belenes con villancicos de turrón. Dios viajó con ella, recomendada de monjas santas. Pero Dios se olvidó, como Esperanza, de los que no pudieron pisar charcos de sangre, de los que no merecieron el milagro y sólo podían aferrarse a movistar-orange-vodafone.

Calcetines de azafata quinceañera. Había que disimular la sangre. Ocultarla. Olía a cosecha terrorista. La de Irak era más pura. Manaba paz mundial y democracia en los nudos de Sadam ahorcado. Los muertos son distintos, muy distintos. Hay una diferencia: nuestros muertos son los otros. Pero nosotros no podemos ser sus muertos. Terroristas son. ¿Salvadores somos? Misa al atardecer. Gracias al Dios que huyó en vuelo regular hasta Barajas. Dios también necesitó unos calcetines. Se le olvidó la cruz entre las flores de un hotel de lujo allá en la India. La cruz siempre es mejor para los otros. La encontró una mujer abrazada al cadáver de su hijo. Mujer manchada de metralla.

¿Quién se habrá apropiado los zapatos-Manolo de Esperanza? ¿Qué piernas largas y morenas ceñirán las medias perfumadas de chanel vacías de Esperanza?

Que nadie toque esa sangre. La pisó la Señora Presidenta presidiendo. Liderando intercambios comerciales. Ponedla en un cuadro blanco. Junto a Ghandi. Pacificando el hambre de las balas. Esperando utopías con turbante azules.

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