lunes, 6 de octubre de 2008

NECROFAGIA

Título duro, repugnante. Pero real. Porque hay seres que necesitan alimentar su existencia con elementos muertos. Apoyan su vida sobre la muerte y de pié sobre ella caminan no se sabe hacia dónde. Tal vez sólo hacia si mismos, hacia la soledad de quien no encuentra a nadie en su camino, hasta que la propia muerte les convierte en regresión hacia la nada. Dedican todas sus fuerzas, hasta el agotamiento, a destruir, tal vez porque la destrucción es el basamento único sobre el que son capaces de alzarse y llevar hasta la cúspide su tremendo complejo de inferioridad. Tal es el caso de José María Aznar.

Necesitó la guerra de Irak. Puestos en su balanza los miles de muertos que produciría una guerra ilegal y la vanidad infantiloide de una foto, optó por ésta aunque eso conllevara una afrenta a todo el pueblo español, engañado con premeditación y alevosía. Y después de años del derramamiento de sangre inocente siente todavía la necesidad de argumentar que si bien la situación no es idílica, es mucho mejor que la situación anterior a la invasión.

Sobre las víctimas de Atocha montó toda una estrategia para engañar a los españoles disfrazando la autoría del mayor atentado de nuestra historia. Y trató de engañar a los demás países involucrando a la ONU en la enredadera de sus propias mentiras.

Y este emperador de la muerte, vitaminado con su ración diaria de necrofilia, es capaz de escribir un elogioso artículo sobre el fallecido Leopoldo Calvo Sotelo, que tuvo el coraje, en su breve presidencia, de conseguir la disolución de ETA político-militar junto a otras leyes que nunca hubiéramos esperamos que salieran de un católico vitalmente unido a una jerarquía añorante de tiempos pasados. Pero eso no es importante para Aznar. Necesita, junto al reconocimiento que todos los españoles sentimos hacia el expresidente fallecido, apuñalar a un gobierno legítimamente constituido por el voto de las urnas, argumentando que nunca cayó en la indigna negociación con los terroristas.

El presidente Zapatero ganó las elecciones del 14 de Marzo de 2.004 sobre las ruinas, no de los trenes de Atocha, sino sobre las ruinas de las falsedades que el presidente Aznar quiso sembrar en el pueblo español. Y el 9 de Marzo ha vuelto a ganar el PSOE porque el conferenciante Aznar se ha comido a sus propios hijos a los que arrastró a la casi desintegración. Debería pensar que todos los que como él se alimentaron de las víctimas se han ido quedando en la cuneta: Zaplana, Acebes y el propio Rajoy son cadáveres aznarianos.

Para algunos la ruindad no tiene límites. La necrofagia tiene sus degustadores. Pero no sabrán nunca disfrutar de un amanecer en compañía de la libertad amada.








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