lunes, 6 de octubre de 2008

MEMORIA HISTORICA

La memoria es un encuentro del corazón con el tiempo. El hombre es tal en la medida en que asume su historia (la historia es algo más profundo que el pasado) y con ella, desde su presente, provoca un futuro (El futuro es algo más profundo que el porvenir).

Es, deber ser, una necesidad de cada uno de nosotros en cuanto individuos, contemplar gozosa y dolorosamente nuestra historia. Ella nos ha parido, nos ha amamantado y nos ha llevado de la mano, madre paridora, hasta lo que hoy somos. De dolor y gozo estamos hechos. La memoria nos devuelve imperiosamente a las raíces, porque olvidar las raíces es renunciar a uno mismo y optar por un vacío suicida.

Una Ley de la Memoria Histórica es aceptada por una mayoría del Parlamento español. Otra cosa es la ley concreta aportada por el Gobierno. Suficiente para unos. Restringida para otros. Y rechazada de plano, por supuesto, por el Partido Popular. Una cosa es aceptar la Ley, exigiéndole mayor amplitud, y otra es tacharla de revanchismo.

No voy a entrar a discutir si deberían o no ensancharse los márgenes de esta ley o si esa amplitud es técnicamente posible. Pero me resulta inaceptable que el Partido Popular argumente que no es admisible “reabrir” heridas que quedaron zanjadas con la transición. El PP. confunde pasado con historia. La transición fue lo que pudo ser y nadie le echa en cara que no fuera de otra manera. Por eso hoy no se “reabren” unas heridas que nadie pudo cicatrizar. Las heridas están ahí y si a alguien no le escuecen es que carece de la más primitiva sensibilidad. España no comienza con la transición ni tiene su culminación en una Constitución contra la que se revolvió hasta extremos increíbles el PP. Resulta paradójica la continua invocación que hace la derecha con Aznar a la cabeza de la Carta Magna cuando pusieron tanto empeño en que no viera la luz. La Constitución nos abrió la puerta hacia un porvenir que todos debemos convertir en futuro. España sin historia y sin futuro, sólo hecha de pasado y porvenir, es una España inexistente, vacía de sí misma, arqueología bella pero sólo arqueología.

Un país tiene conciencia de sí mismo cuando es capaz de relacionarse con su historia en una dialéctica de amor y remordimiento. Me dan miedo los que dicen no arrepentirse de nada. Es sana la catarsis y bendito el perdón de uno mismo.

España es una tierra muy entregada al culto de sus muertos. Nuestros cementerios son auténticos museos dedicados a la muerte. Cementerios elegantes de flores cada uno de noviembre.

El Partido Popular olvida porque necesita olvidar a nuestros últimos muertos. El golpe militar del treinta y seis, nunca condenado por los populares ni por la Iglesia, fue un intento de fusilar la historia. No querer tener en cuenta este pasado inmediato es tratar de darle el tiro de gracia.

La Ley de la Memoria Histórica, con todas sus limitaciones, representa la asunción de una totalidad. Es incorporar a ciertos muertos al torrente histórico en el que nos instalamos como país, es incluirlos en la corriente vivificante en la que estamos empeñados. Es provocarles una resurrección a la que tienen un derecho irrenunciable.

Dadnos los muertos que no queráis. Hay hombres y mujeres capaces de amarlos para siempre.

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