miércoles, 10 de septiembre de 2008

LA MISERIA NECESARIA

El capitalismo supervive atornillándose cada vez más sobre sí mismo. Ejerce así una fuerza terriblemente centrípeta que escarba, ahonda y expulsa con fuerza todo lo que le estorba. De perforar en la herida que traspasa el mundo se trata. La función principal del capitalismo consiste en crear una riqueza que se multiplica en razón directa a su capacidad de crear miseria. Una parte de la humanidad es más rica en la medida en que otra se convierte en más y más pobre.

Esa élite elegantemente respetable se ha reunido para tomar conciencia de la situación financiera del mundo. El G-8 especula sobre la forma de hacer más rentable para unos pocos los bienes planetarios que deberían corresponder a la humanización de todos. Pero los ricos dominan la riqueza. Los pobres no pueden dominar ni siquiera su pobreza porque ésta les viene impuesta. Está ahí y sólo cabe admitirla como la manera más fácil de morir sin haber vivido. “Aquí no vivimos, sólo duramos”, me dijo una vez un indio quechua por los pagos santiagueños de Argentina.

Pues bien, el G-8 se ha reunido para auscultar el corazón financiero. Y en la sobremesa de langosta y caviar iraní han concluido que se debe cortar la ayuda al Africa hambrienta y frenar la investigación del sida. Notan en sus bolsillos el adelgazamiento del dinero destinado a cubrir esas prioridades, convertidas por arte y gracia del feroz capitalismo, en cuestiones accesorias. Lo afirman con eufemismos que tranquilizan sus conciencias. Pero cuando sajas en vivo la terminología, encuentras la verdad del contenido: Los ricos necesitan con urgencia el sufrimiento y la muerte de muchos para poder seguir siendo cada vez más poderosos. Es la ley selvática más primitiva: la vida se erige siempre sobre la muerte.

He publicado últimamente un artículo titulado GUANTANAMOS EUROPEOS. Describía ahí cómo la U.E. crearía cárceles inmensas para albergar a inmigrantes no-productivos. Su delito para ser retenidos es precisamente ese, no ser productivos. La no creación de riqueza palpable y rentable es considerada un delito. Son en consecuencia ilegales y como tales deben ser tratados. Pero esos muros altos, esos berlines supuestamente caídos, molestarían a los ojos europeos acostumbrados a diseños rayban. Es preferible su deportación, (repatriación le llaman), para que nuestra elegancia perfumada no se contamine con el sudor del hambre.

Y duele escuchar a la izquierda europea el exquisito respeto con que se va a tratar a estos inmigrantes. Y escuece que la izquierda europea aplauda la decisión de estas repatriaciones y de su retención previa por ilegalidad. También la izquierda les niega una lugar en la vida para llevarlos a que mueran en la patria que abandonaron un día. Facilitar la muerte también es caridad.

Alegra pensar que siempre quedarán hombres y mujeres que, como cantaba Atahualpa, “desprecien la caridad por la injusticia que encierra”



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