martes, 30 de septiembre de 2008

HUELGA Y CHANTAJE

¿Se acuerda alguien del “caso Juan Guerra”? Surgía en la Sevilla de los calentitos, del mollete con manteca colorá, del café con leche. Uno pedía una tostá y le servían el caso Juan Guerra humeante y con azúcar. Andaba yo por aquellos pagos, entre azahares y limoneros. Leí un artículo que advertía: No trata de Juana Guerra.

Últimamente en todo se ha mezclado a De Juana Chaos. Se ha hablado hasta la saciedad, se ha escrito hasta el hartazgo, se ha opinado en tertulias, en manifestaciones sobre este repugnante sujeto. Pero sobre todo le ha servido a algunos para intoxicar, falsear, dramatizar, mentir y otros parecidos verbos que el lector puede aportar. Y se ha jugado con un concepto peligroso: el gobierno ha sucumbido al chantaje del terrorista. Porque su huelga de hambre –se argumenta- encierra un chantaje. Y cabe preguntarse: ¿Se da alguna huelga que no lleve dentro el chantaje como compañero inseparable? Un gremio concreto pide una subida salarial. Y advierte que si no se atienden sus reivindicaciones no habrá tal o cual actividad y la comunidad sufrirá las consecuencias. En esa huelga va implícito el chantaje. Y nadie se sorprende. Es admitido como parte inseparable de un derecho constitucional.

De Juana también concibió su huelga de hambre en estos términos: o se me da la libertad o que todos se atengan a las consecuencias de la negación. Y ahí estaba el chantaje. Pero ni más ni menos que en otras actitudes similares. De ninguno nos extrañamos, pero nos escandalizamos hasta la desmesura ante el planteamiento de un etarra.

Y el gobierno, por boca del Ministro del Interior, cambia la disyuntiva: ni muerto, ni libre. Vivo, aunque en otras condiciones a las mantenidas hasta ahora. Y todo bien nacido tiene que empezar a digerir la repugnancia que le causa esa disyuntiva por tratarse de quien se trata. Pero si mantenemos la serenidad necesaria para objetivar la cuestión, tal vez lleguemos a la conclusión de que estamos supervalorando la situación y que en puro análisis tenemos que concluir que la dosis de chantaje inscrita en la huelga es, mutatis mutandis, el núcleo que sustenta toda actitud huelguista.

Por parte de una minoría de la sociedad se trata de convencer a una mayoría de que la cesión al chantaje de este terrorista es una liquidación del estado de derecho, una rendición de la patria a las pistolas, el cumplimiento traidor y traicionero por parte del gobierno de condiciones impuestas por una banda armada. Y ciertos Obispos prestan su palabra para condenar, ellos siempre condenan, el diálogo. Y se utiliza el dolor de las víctimas para atrincherarse en su dignidad, en su memoria y lanzar anatemas miserables contra la legitimidad de un gobierno constituido por las urnas. Y se habla de la compraventa de Navarra. Y de Neptuno a Cibeles viene por toda la ría, sábados a partir de las cinco de la tarde. Y el preso de la habitación del hospital pasa a ser el protagonista de todas las historias y no se puede abrir un periódico o sintonizar una emisora sin que se yerga la figura de cuyo nombre no quiero acordarme.

Siempre añorando esqueletos y despreciando la hermosura carnal de la primavera.


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