jueves, 25 de septiembre de 2008

EL VALOR DE LA PALABRA

ETA declaró un alto el fuego indefinido. El Presidente Rodríguez Zapatero pidió al Congreso de los Diputados autorización para entablar un diálogo con la banda terrorista cumpliendo ciertas condiciones. Y todos los partidos dieron su aprobación a excepción del Partido Popular.

Desde ese momento, la derecha empezó su oposición más radical contra el gobierno hablando en nombre de todos los españoles. La derecha siempre tiende a adueñarse de la totalidad del país como una propiedad monopolizada por ella.

Y vinieron las manifestaciones y los reproches. El gobierno despreciaba y traicionaba a los muertos, entregaba el estado a la banda terrorista, comerciaba con Navarra, balcanizaba España, dejaba que ETA impusieran sus condiciones, fragmentaba el territorio nacional, etc, etc.

Y pobló las calles de manifestantes envueltos en banderas no siempre constitucionales. Alcaraz subastaba su dolor al mejor postor y vendía lágrimas a precio de rebajas. Se pidió la dimisión de Zapatero, se le llevó al paredón, se le injurió y deseó que fuera fusilado como su abuelo. Y todo en nombre de España porque Franco y Fraga se la regalaron como dote a Aznar, Rajoy, Aceves y Zaplana. Y por ahí paseaban, Castellana arriba y Ramblas abajo. A los terroristas hay que derrotarlos mediante el estado de derecho entendiendo por tal las fuerzas de seguridad, la justicia y las cárceles. Era lo que querían los españoles: terroristas de rodillas, nuca ofrecida a tiros de gracia, cadáveres rodando por los adoquines del pueblo.

En ningún caso la palabra, excluida siempre de la visión que la derecha tiene del estado de derecho. Franco y Fraga supieron andar sin ella porque a todo dictador le resultó siempre un estorbo. España y los españoles todos, así monopolizados, detestan su existencia y la conciben como un adorno superfluo. Si durante cuarenta años hemos sido un gran país sin la palabra, por qué ahora nos vamos a empeñar en darle cabida en nuestro quehacer político.

Y ahora resulta que según una encuesta realizada por el Instituto GESOP para un periódico catalán, el 76% opina que el final dialogado con ETA es la única vía posible para terminar con el terrorismo.

Deben reflexionar los terroristas y tener en cuenta que las pistolas no son el medio pensado por la ciudadanía para llegar alcanzar ninguna meta. Y debe reflexionar la derecha porque sin la palabra nos situamos, como ETA, en la dialéctica de las pistolas. Se acercan ambas posturas, pero se alejan del deseo humano y humanizante de la mayoría de los ciudadanos.

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