miércoles, 13 de agosto de 2008

SIN ODIO

Por dolerme, me duele hasta el aliento
(Miguel Hernández)


He soñado muchas veces que me acercaba hasta la cárcel mediterránea de Alicante. Para arrimarle rosas a la tuberculosis. Sembrar su voz de geranios. Y que Miguel respire azules horizontes. Miguel de nanas de escarcha. De cebollas concéntricas. Dolorido el aliento, hasta el íntimo aliento en carne viva.

Se nos murió Miguel sin odio. Sangre sobre los muros grises. Se encharcó la mañana con la pena, pero sin odio, con lunas fusiladas, pero sin odio, con pálidas tristezas, pero sin odio.

Y Granada, provincia de Fuentevaqueros. Federico huyendo de su muerte. Y la muerte escondida por el Generalife. Brotando en el patio de leones. Muerte árabe de alhambras. Lorca muerto, pero sin odio. Firmando el último verso sobre gitanos morenos. Con un tiro en las vértebras del alma, pero sin odio.

Media España muerta por las esquinas de España. Apretados los dientes contra los dientes del hambre. Con la resignación vencida en el costado. Con el dolor, mucho dolor, amamantando el futuro. Pero sin odios. España de ferias y estómagos vacíos. Con la alegría en el ala del sombrero. Con el sombrero brindando toritos y jazmines a la mañana hermosa que pariría un mañana. Pero sin odios.

“Libertad, libertad sin ira, libertad” Libertad por los montes. Por las nieves luminosas de Noviembre. Libertad limpia, sin ira. Libertad honda, hasta los sótanos del alma, sin ira, sin odios. Libertad de balcones abiertos. De par en par la vida. Las manos llenas de gozo. Acariciando las caderas de la libertad, pariendo hijos libres de ira, de rencores oscuros, de negros cuajarones de odio.

Federico y Miguel resucitados. Con el aliento indoloro. Con los gitanos libres por los mares alegres de la luna. Federico brindando con darros de cristal, con san gabrieles de espuma, con guadalquivires flamencos.

Dos mil seis. Treinta y un años cumple la losa rectangular de granito. Un archivo de grises bayonetas. Museo de fusiles para visitar la memoria del tiempo que se fue. Pistolas amansadas que no matan. Guardadas en siniestras cartucheras. Pero no matan. Porque hemos plantado cara y las pistolas sólo asesinan por la espalda. Es posible la paz. Si la miramos de frente, los ojos en sus ojos, manos inocentes alzadas, sintiéndonos Miguel Angel Blanco, Tomás y Valiente, guardia civil casado y con dos hijos, policía con novia en un pueblo castellano. Amando la paz. Ejerciéndola. Creándola. Soñándola. Empeñando la palabra sin balas contra las balas sin palabra. Decorando las bombas con claveles. Sin odios. Sin muros que obstruyan el paso de la luz. Con cristaleras y limpias trasparencias.

Si no llega la paz, nos reventará la femoral. Volverá la cornada a chorrear el orgullo salvaje de algún toro. Y comeremos las espigas amargas de una negra cosecha. Pero no lograrán que odiemos.

Que se callen los profetas del odio y de las iras. Las plañideras que añoran las nucas desnucadas. Los que han matado la palabra por la espalda. Los acebes, los aznares, los vidales, losantos, los dávilas, las isabeles, los alcaraces, los zaplanas y agapitos, los que portan conspiraciones en mochilas, y tantos y tantos que mastican el rencor. Dejen libre el aire para que respire la alegría. No colaboren con la rabia a la muerte que dictan las pistolas.

Quiero escribir sin nombrar. Sembrando un poco de poesía, hasta que la muerte me resucite en la palabra. Hasta la paz más íntima. Sentado junto al invierno, dando migajas de amor a las rosas volanderas.

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