miércoles, 13 de agosto de 2008

FRANCO Y UNAMUNO

Me dan miedo los que hacen de la historia un bloque inamovible. La historia, como el hombre mismo, es apertura, creación continua, poesía inevitable por hermosa.

El hoy es, debe ser, proyección hacia el infinito y redención salvadora del ayer que somos porque fuimos. Y el arrepentimiento forma parte de esa redención que reinventa y recrea nuestra historia personal y colectiva. Y nunca deberíamos confundir esa asunción redentora del pasado con un revisionismo al que son tan dados Pío Moa o César Vidal. El revisionismo es una impostura por la negación y la falsedad que deliberadamente encierra. Y en esta conciencia cínica de confusión nos quieren encerrar quienes se niegan a tocar el pasado. Esos falsos historiadores y sus secuaces simplemente sienten vértigo a quedarse sin un cordón umbilical, sin raíces. Y hay que comprenderlos. Quien no tiene pasado es un espontáneo del tiempo, desorientado en el ruedo, con el toro del acontecer empitonándole el presente, desangrándole la hombría.

La memoria es un encuentro luminoso del tiempo con el corazón. Cuando el tiempo nos cita en Salamanca, la belleza se hace calle, y piedra elegante y éxtasis la contemplación. Por allí anda Franco, impasible el ademán, levantisco glorioso del 36, generalísimo de todo, cid campeador por la gracia de Dios, correaje de patria encorsetada, cartuchera negra de la negra España. Y Alcalde. Para siempre. Para él no contaba el tiempo. Todo era para siempre. Vitalicio como la Casa de las Conchas. Alcalde con banda de dios en funciones. Con la eternidad condecorándole el pecho como una cicatriz indeleble. Cicatriz de guerras asesinas, de poetas muertos, de campos sin espigas. A perpetuidad. Porque Dios es cómplice y Santa Teresa lo lleva de su mano.

Unamuno hondo. Frágil Unamuno. Duda vasca. Cátedra salmantina. Cristiano ateo. Agonía gloriosa. Entraña trágica. Unamuno debatiendo. Iluminando la verdad. Oscureciendo la verdad. Porque la duda es duda. Porque lo averiguado es provisionalidad. Porque la respuesta es pregunta, siempre pregunta. Dios. Hombre. El Dios-hombre. El hombre-Dios. Unamuno lucha interior. Incertidumbre suprema. Fragilidad y músculo. Luz y sombra Unamuno. Unamuno de chiquitos vascos. De espigas castellanas. Autonomía doble. Doble independencia. Al fin y al cabo, hombre. Concejal de dudas permanentes. Republicanamente elegido. Llenos de votos las alforjas. Para hacer de la democracia un camino. Siempre con otros, compañeros, prójimos, hermanos. Hacia delante.

Lo despeñaron libertad abajo, cumbre abajo. Para que reinara el acalde a perpetuidad. Cambiaron dudas cartesianas por espuelas de plata, interrogantes vitales por limpias pistolas relucientes.

El rojerío de dos mil siete, dando un golpe de verdad. Votando a Unamuno. Descabalgando al jinete de plazas mayores. Haciendo de la memoria un encuentro con el corazón. Inyectando libertad en las estrellas de ocho puntas. Desabrochando fajines generalicios. Recuperando muertos por cunetas olvidadas.

Y los aznares destronados, los acebes legionarios, los zaplanas de míticas chulerías, los marianos de rencores reprimidos, adictos al inmovilismo del glorioso movimiento, empeñados en sostener una alcaldía blasfema antes que una concejalía inteligente. Una cosa es el revisionismo histórico, conveniente para la purificación de ciertas conciencias y otra repartir la verdad para que la verdad se instaure en la bella Salamanca.

Caudillo de España. Presente. Omnipresente. Vitalicio. A perpetuidad. Plantado en la historia como un Valle de los Caídos. Entre montes de músculo oscuro. Guardaespaldas del pasado. Para que nadie remueva el bunker del ayer.

Quiero votarle, D. Miguel. Concejal de la existencia. Ilustre vicario de la duda. Cristo laico y ateo, creyente por encima del hombro. Místico mesetario. Maestro.

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